Hecatónquiros

Los Hecatónquiros (griego: Έκατόνχειρες; latín: Centimani; De cien manos, Centimanos) eran, según la mitología griega, tres gigantes primigenios dotados de cien brazos y cincuenta cabezas, hijos de Urano y Gea y hermanos de los cíclopes y los titanes. Estos monstruosos gigantes se llamaban Coto, Giges y Briareo, también conocido como Egeón.

En la Teogonía, Hesíodo nos narra su nacimiento y relata como Urano, temeroso del poder de sus hijos, los encerró en el seno de su madre, la Tierra:
«También de Gea y Urano nacieron otros tres hijos enormes y violentos cuyo nombre no debe pronunciarse: Coto, Briareo y Giges, monstruosos engendros. Cien brazos informes salían agitadamente de sus hombros y a cada uno le nacían cincuenta cabezas de los hombros, sobre robustos miembros. Una fuerza terriblemente poderosa se albergaba en su enorme cuerpo. 
Pues bien, cuantos nacieron de Gea y Urano, los hijos más terribles, estaban irritados con su padre desde siempre. Y cada vez que alguno de ellos estaba a punto de nacer, Urano los retenía a todos ocultos en el seno de Gea sin dejarles salir a la luz y se gozaba cínicamente con su malvada acción».
Gea, a punto de reventar, se quejaba de esta situación y alentó a sus hijos para que se vengaran de Urano. Sólo Cronos, uno de los dioses titanes, dio un paso al frente, aceptó la petición de su madre y le cortó los genitales a su padre con una hoz, destronándolo así.

La castración de Urano -  Giorgio Vasari
Al parecer, Cronos se olvidó de sus hermanos Cíclopes y Hecatónquiros, pues, cuando los dioses olímpicos se enfrentaron a éstos en la Titanomaquia, tuvieron que recurrir a la ayuda de los gigantes de cien manos que todavía estaban atados en las entrañas de la tierra. Tras la lucha, los Hecatónquiros obtuvieron palacios sobre el Océano y se convirtieron en los guardianes de los Titanes. Así nos lo cuenta Hesíodo:
«A Briareo, a Coto y a Giges, cuando en un principio su padre se irritó con ellos en su corazón, les ató con fuerte cadena receloso de su formidable vigor, así como de su belleza y estatura, y les hizo habitar bajo la espaciosa tierra. Allí aquéllos, entre tormentos, viviendo bajo la tierra, permanecieron en lugar remoto, en los confines de la ancha tierra, por largo tiempo, muy angustiados y con su corazón lleno de terrible dolor. Mas el Crónida y los demás dioses inmortales que concibió Rea de hermosos cabellos en abrazo con Cronos, de nuevo los condujeron a la luz según las indicaciones de Gea. Pues ésta les explicó con todo detalle que su ayuda conseguirían la victoria y brillante fama. Ya hacía tiempo que luchaban soportando dolorosas fatigas enfrentados unos contra otros a través de violentos combates, los dioses Titanes y los que nacieron de Cronos; aquéllos desde la cima del Otris, los ilustres Titanes, y éstos desde el Olimpo, los dioses dadores de bienes a los que parió Rea de hermosos cabellos acostada con Cronos. 
Por entonces, enfrascados unos con otros en fatigosa lucha, llevaban ya combatiendo en conjunto más de diez años. Y no se veía solución de la dura contienda ni final a favor de unos o de otros, sino que el resultado de la guerra permanecía indeciso. Pero cuando Zeus ofreció a aquéllos todos los alimentos, [néctar y ambrosía, que los propios dioses comen], creció en el pecho de todos ardorosa pasión. [cuando probaron el néctar y la deliciosa ambrosía]. 
Entonces ya les habló el padre de hombres y dioses: "¡Escuchadme, ilustres hijos de Gea y Urano, para que os diga lo que me dicta el corazón en mi pecho! Por largo tiempo ya enfrentados unos con otros, luchamos todos los días por la victoria y el poder los dioses Titanes y los que nacimos de Cronos. Pero mostrad vosotros vuestra terrible fuerza e invencibles brazos contra los Titanes en funesta lucha, recordando nuestra dulce amistad y cómo después de tantos tormentos bajo dolorosa cadena, de nuevo vinisteis a la luz saliendo de la oscura tiniebla por decisión nuestra". Así dijo y al punto a su vez le respondió el intachable Coto: "¡Divino! No nos descubres cosas ignoradas, sino que también nosotros sabemos cuán excelentes son tus pensamientos y tu inteligencia. Paladín fuiste para los Inmortales de una cruel contienda y por tu sabiduría regresamos de nuevo saliendo de aquella oscura tiniebla, ¡soberano hijo de Cronos!, después de sufrir desesperantes tormentos entre inexorables cadenas. Por ello también ahora, con corazón firme y resuelta decisión, defenderemos vuestro poder en terrible batalla luchando con los Titanes a través de violentos combates. 
[...] Provocaron aquel día una lucha terrible todos, hembras y varones, [los dioses Titanes y los que nacieron de Cronos] y aquellos a los que Zeus, sumergidos en el Érebo bajo la tierra, trajo a la luz, terribles, violentos y dotados de formidable vigor. Cien brazos salían agitadamente de sus hombros, para todos igual, y a cada uno cincuenta cabezas le nacían de los hombros, sobre robustos miembros. 
[...] Entonces aquellos, Coto, Briareo y Giges insaciable de lucha, en la vanguardia provocaron un violento combate. Trescientas rocas lanzaban sin respiro con sus poderosas manos y cubrieron por completo con estos proyectiles a los Titanes. Los enviaron bajo la anchurosa tierra y los ataron entre inexorables cadenas después de vencerlos con sus brazos, aunque eran audaces, tan hondos bajo la tierra como lejos está el cielo de la tierra; esa distancia hay desde la tierra hasta el tenebroso Tártaro [...] En torno a él se extiende un muro de bronce y una oscuridad de tres capas envuelve su entrada; encima además nacen las raíces de la tierra y del mar estéril. Allí los dioses Titanes bajo una oscura tiniebla están ocultos por voluntad de Zeus amontonador de nubes en una húmeda región al extremo de la monstruosa tierra; no tienen salida posible: Posidón les puso encima broncíneas puertas y una muralla les rodea de ambos lados. Allí habitan también Giges, Coto y el valiente Briareo, fieles guardianes de Zeus portador de la égida [...] Delante, apartados de todos los dioses, viven los Titanes al otro lado del tenebroso abismo. Después, los ilustres servidores del muy resonante Zeus habitan palacios sobre las raíces del Océano, Coto y Giges; a Briareo, por su nobleza, le hizo su yerno el gravisonante Ennosigueo; le permitió desposar a su hija Cimopolea».
En la versión dada por Apolodoro en Biblioteca mitológica vemos que todos los hijos de Gea, salvo Océano, atacaron a Urano, pero una vez lo destronó Cronos, volvió a encerrar a los Cíclopes y a los Hecatónquiros en el Tártaro, esta vez custodiados por el monstruo Campe:
«Entonces Gea, afligida por la pérdida de los hijos confinados en el Tártaro, convence a los Titanes para que ataquen al padre y proporciona a Crono una hoz de acero. Ellos, todos excepto Océano, lo atacaron; Crono cortó a su padre los genitales y los echó al mar: de las gotas de la sangre vertida nacieron las Erinias, Alecto, Tisífone y Megera. Y después de destronar a Urano hicieron volver del Tártaro a sus hermanos y entregaron el mando a Crono [...] 
Después de combatir diez años, Gea vaticinó a Zeus la victoria si se aliaba con los arrojados al Tártaro. Él, tras matar a Campe, la guardiana, desató sus ligaduras. Entonces los Cíclopes entregaron a Zeus el trueno, el relámpago y el rayo, a Plutón el yelmo y a Posidón el tridente. Así armados vencieron a los Titanes y los en cerraron en el Tártaro dejando como guardianes a los Hecatónquiros».
Tras estos mitos, Briareo participó en otros tantos, como el citado por Homero en La Ilíada, donde Aquiles le pide a su madre, Tetis, que intentase ganar el apoyo de Zeus durante la guerra de Troya al recordarle su ayuda cuando los otros dioses le encadenaron para ocupar su trono:
«Ve al Olimpo y suplica a Zeus, si es que alguna vez en algo has agradado el corazón de Zeus de palabra o también de obra; pues a menudo te he oído en las salas de mi padre jactarte, cuando afirmabas que de Zeus, el de oscuras nubes, tú sola entre los inmortales alejaste un ignominioso estrago, cuando quisieron atarlo entre todos los demás olímpicos, Hera y también Posidón y Palas Atenea. Mas tú, oh diosa, ascendiste y lo soltaste de las ataduras, llamando de inmediato al espacioso Olimpo al Centimano,  quien los dioses llaman Briáreo, y todos los hombres Egeón, porque él es a su vez más fuerte que su padre, quien se sentó al lado del Crónida, ufano de su gloria, los felices dioses sintieron miedo de él y ya no lo ataron. Recuérdaselo ahora, siéntate a su lado y abraza sus rodillas, a ver si quiere proteger a los troyanos...».
Briareo también aparece en el libro II de Descripción de Grecia de Pausanias haciendo de mediador entre Helios y Poseidón cuando se disputaban unas tierras: «Dicen los corintios que Posidón disputó su tierra con Helio, y que tuvieron como árbitro a Briareo, quien dictaminó que el Istmo y todo lo que hay en él eran de Posidón, y dio a Helio la parte elevada por encima de la ciudad; desde entonces dicen que el Istmo es de Posidón». Claudio Eliano, citando a Aristóteles en su Historias curiosas, menciona que «las columnas que hoy llamamos de Heracles, antes de recibir este nombre tenían el de Columnas de Briareo. Pero cuando Heracles purificó la tierra y el mar, convirtiéndose en el benefactor indiscutido de la humanidad, en su honor, dejaron de conceder importancia a la memoria de Briareo y dieron a las columnas del nombre de Heracles».

Briareo acudiendo a la ayuda de Zeus por petición de Tetis - John Flaxman

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