Hildisvíni

En la mitología nórdica, Hildisvíni (Del nórdico antiguo: jabalí de batalla), según se relata en el poema Hyndluljóð en la Edda poética, era el jabalí de cerdas doradas que cabalgaba la diosa Freyja cuando no utilizaba su carro tirado por gatos. En dicho poema, Frejya buscaba información sobre los ancestros de su protegido Óttar, disfrazado del jabalí Hildisvíni, para que pudiera conseguir su herencia. Al final del poema encuentran a la völva y giganta Hyndla que les da información sobre la genealogía de Óttar.

Frey, el hermano de Frejya, también cabalga sobre un jabalí, Gullinbursti. Entre los antiguos nórdicos, el jabalí era considerado un símbolo de fertilidad, por lo que era una montura muy adecuada para esta pareja de dioses.

Seb McKinnon

Lámpades

Las Lámpades (griego: Λαμπάδες; portadoras de antorcha) son las ninfas ctónicas del inframundo en la mitología griega, conocidas en Roma como ninfas Avernales. Son mencionadas muy escuetamente entre otras ninfas por Alcmán, Ovidio y Estacio.

De ascendencia desconocida, estas ninfas llevaban antorchas y acompañaban a Hécate, diosa titánide de la brujería, en sus viajes nocturnos y en sus encantamientos. Fueron relacionadas con las participantes de los Misterios eleusinos, las cuales también portaban antorchas.

Una de estas ninfas Avernales fue Orfne, a la que Ovidio menciona en sus Metamorfosis diciendo que fue la madre de Ascálafo junto al dios fluvial Aqueronte. Este Ascálafo fue el único que vio a Perséfone comer de la granada que la ligó para siempre al inframundo, por eso fue transformado en búho como castigo.

Belcebú

Belcebú, o Beelzebub (Hebreo: בעל זבוב; Árabe: بعل الذباب‎, Ba‘al adh-Dhubāb), es uno de los muchos nombres del Diablo. En la demonología cristiana aparece como uno de los siete príncipes del Infierno. El Dictionnaire Infernal describe a Belcebú como una mosca demoníaca, conocida también como «El Señor de las moscas».

El nombre de Belcebú aparece en 2 Reyes 1:2-3; 6 y 16. Ba‘al Zəbûb suele ser interpretado como «señor de las moscas» o «señor de la gran morada/morada celestial». Originalmente era el nombre de un dios filisteo. Ba'al, que significaba «Señor» en ugarítico, era usado junto al nombre descriptivo de un dios específico. La Biblia Septuaginta tradujo el nombre como Baalzebub (Griego: βααλζεβούβ) y como Baal muian (Griego: βααλ μυιαν, «Baal de las moscas»).

Ba'al Zebub se utilizaba en hebreo como un juego de palabras con Ba'al Zebul, donde Zebul significaba «de la Gran Morada», y en boca del pueblo se confundió con Zebub, «mosca». Así, a modo de burla, esta deidad pagana pasó de tener el imponente nombre de «Señor de la Gran Morada» a «Señor de las Moscas». Además, se relacionaba a este dios filisteo con cultos relacionados con las moscas, en los que se daban festines con excrementos o se le ofrecía carne que se dejaba pudrir y era infestada por estos insectos.

En el Testamento de Salomón, Beelzebul (que no Beelzebub) aparece como un príncipe de los demonios y decía que era un líder celestial de los ángeles relacionado con la estrella Hespero (el planeta Venus como astro del atardecer). Al parecer, aquí Beelzebú se identifica simplemente como Lucifer. Belcebú afirmaba que pretendía causar destrucción a través de los tiranos, haciendo que los demonios sean adorados entre los hombres, incitando a los sacerdotes a la lujuria y provocando guerras, celos y asesinatos entre ciudades.

Este demonio también aparece en el Nuevo Testamento, siendo mencionado en Marcos 3:22, donde los escribas acusan a Jesús de expulsar demonios con el poder de Belcebú. Su nombre también aparece en la versión extendida de Mateo 12:24,27 y 10:25, y en Lucas 11:15 y 18-19.
«Sabiendo Jesús los pensamientos de ellos, les dijo: Todo reino dividido contra sí mismo, es asolado, y toda ciudad o casa dividida contra sí misma, no permanecerá. Y si Satanás echa fuera a Satanás, contra sí mismo está dividido; ¿cómo, pues, permanecerá su reino? Y si yo echo fuera los demonios por Beelzebú, ¿por quién los echan vuestros hijos? Por tanto, ellos serán vuestros jueces. Pero si yo por el Espíritu de Dios echo fuera los demonios, ciertamente ha llegado a vosotros el reino de Dios».
Mateo 12:25-28
En el ocultismo y la demonología cristiana este demonio pertenece a la jerarquía más alta del Infierno. Según Johann Weyer, Belcebú lideró una revuelta exitosa contra el Diablo, es el principal lugarteniente de Lucifer, el Emperador del Infierno y preside sobre la Orden de las moscas. De manera similar lo describe el exorcista Sébastien Michaëlis en su Historia Admirable, donde colocaba a Belcebú entre los tres ángeles caídos más prominentes, siendo los otros dos Lucifer y Leviatán, mientras que otros textos del siglo XVIII afirmaban que esta trinidad satánica estaba compuesta por Belcebú, Lucifer y Astaroth. John Milton colocó a Belcebú en la segunda jerarquía, siendo uno de los muchos querubines caídos en el poema épico El paraíso perdido.

Sébastien Michaëlis también asoció a Belcebú con el pecado capital del orgullo, sin embargo, según Peter Binsfeld, era el demonio de la gula. Para el ocultista Francis Barrett, era el príncipe de los falsos dioses.

Ilustración de Collin de Plancy para su Dictionnaire Infernal

Heidrun

Heiðrún, transliterada a veces como Heidrun, Heidhrun, Heithrun, Heidrún, Heithrún o Heidhrún, es una cabra de la mitología nórdica. Se alimenta de las hojas del árbol Læraðr y de sus ubres no mana leche, sino hidromiel con la que alimenta a los einherjar.

Es descrita en La alucinación de Gylfi (Gylfaginning), de la Edda prosaica, donde el rey Gylfi decide poner a prueba los poderes de los aesir y se propone viajar hasta Asgard para encontrarlos. Los dioses, ya que eran videntes, supieron del viaje y de la visita de Gylfi y le provocaron una visión en forma de espejismo. Ante Gylfi apareció una fortaleza reinada por tres personajes que estaban sentados en tres tronos: Alto, Igual de Alto y Tercero. Gylfi se presentó como Gangleri (el cansado de caminar) y el resto del episodio se desarrolla con preguntas sobre el origen del mundo y los dioses. Es aquí cuando Gangleri pregunta sobre lo que comen y beben los guerreros en el Valhalla: «Entonces preguntó Gangleri: —¿Qué tienen los einherjar como bebida que les baste del mismo modo que la comida? ¿O es quizá agua lo que allá se bebe? Entonces respondió El Alto: —Extraña pregunta la que haces ahora, que el Padre Universal tuviera invitados a reyes, jarles y otros grandes hombres, y les diera agua para beber. Seguro que muchos de los que van al Valhalla considerarían entonces haber pagado bien cara esa agua, si no hubiera allá mejor provisión para los que han soportado heridas y sufrimientos mortales. Muy de otra manera es lo que puedo decirte sobre esto. Encima del Valhalla está la cabra que se llama Heidrun, y se alimenta ella con las hojas de un árbol muy famoso que se llama Lerad; de sus ubres mana hidromiel y de él llena la cuba cada día; tanto es que puede saciar a todos los einherjar».

En la Edda Poética se menciona a Heidun dos veces. Es descrita en Los dichos de Grímnir (Grímnismál) de manera similar a los escritos de Snorri:
«Heiðrún heitir geit, er stendr höllo á ok bítr af læraðs limom; skapker fylla hón skal ins skíra miaðar, knáat sú veig vanaz».«La cabra Heidrun, arriba subida, las ramas de Lérad muerde; de claro hidromiel llena ella la cuba, bebida que nunca acaba».
El Canto de Hyndla (Hyndluljóð), la giganta y völva Hyndla (literalmente: Perra/Zorra) utiliza el término Heidrun para insultar a la diosa Freyja: «Deseosa siempre tras Od corriste; muchos te entraron por bajo las faldas. Correteas tú fuera, amiga, de noche como Heidrun hace entre machos cabríos».

Lorenz Frølich

Kodama

Un kodama (Japonés: 木霊 o 木魂; espíritu de árbol) es un espíritu del folclore japonés que vive en los árboles, similar a las dríades de la mitología griega. También se conoce como kodama al árbol donde habita uno de estos espíritus y al eco que se produce en los bosques, ya que éste fenómeno acústico se le atribuye a estos seres, al igual que se cree que el eco de las montañas es producido por el yamabiko.

La forma de ver a los kodama ha cambiado con el paso de los siglos. En el antiguo Japón los kodamas eran considerados dioses del bosque, kami que habitaban ciertos árboles, aunque no estaban intrínsecamente ligados a uno solo de ellos, sino que podían moverse por el bosque libremente. Otros pensaron que estos espíritus estaban ligados a árboles concretos y particulares, a los cuales no se debía dañar o serían maldecidos. Kukunochi no Kami, un dios de los árboles mencionado en el viejo Kojiki, es considerado un kodama.

Para saber qué árboles estaban habitados por un kodama, los monjes y las mikos expertos marcaban los árboles que consideraban sagrados con cintas llamadas shimenawa. Se dice que algunos desafortunados leñadores descubrían tarde que el árbol que estaban talando era un kodama (o que estaba habitado por uno) cuando veían que el corte que habían hecho comenzaba a sangrar como una persona. Aquellos desdichados que herían uno de estos árboles sufriría la ira de estos dioses de la naturaleza y eran maldecidos.

Con el tiempo, a partir de la Período Edo, dejaron de creer en la naturaleza divina de los kodama y fueron comenzaron a considerarse como yōkai. Esto fue debido a historias sobre kodamas que se enamoraron de mortales y adoptaron forma humana para pasar sus días con el ser amado, como las encontradas en el Genji Monogatari.

No hay un consenso acerca del aspecto que tienen los kodamas. En las leyendas más antiguas eran invisibles o indistinguibles del resto de árboles, solo podías conocer su presencia por los ecos fantasmagóricos que producían. Toriyama Sekien, quien sentó las bases sobre la apariencia de muchos seres mitológicos de Japón, los dibujó como hombres y mujeres ancianos ante un árbol en su célebre Gazu Hyakki Yagyō.

En las islas de Izu, en Aogashima, la gente todavía hace santuarios bajo cedros japoneses para honrar a los kodama. En el valle de Mitsune, en Hachijōjima, se lleva a cabo un festival anual que da gracias a kidama-sama o kodama-sama, esperando el perdón de estos seres por la tala de la industria maderera y su bendición en la tala de árboles para la prosperidad de esta. 

En Okinawa se les llaman kinushi, y antes de talar un árbol se les debe orar para cortarlo. Se dice que si en la noche escuchas el sonido de un árbol cayendo, aunque no se haya caído ninguno, sería el llanto de un kinushi, y día más tarde aparecería un árbol marchitado. El kijimuna, un conocido yōkai de Okinawa, también también es considerado a veces como un tipo de kinushi o como la personificación de uno de estos espíritus.

Ilustración de Toriyama Sekien en su Gazu Hyakki Yagyō

Enanos nórdicos

En la mitología nórdica, los elfos negros (nórdico antiguo: svartálfar, singular: svartálfr), también conocidos como myrkálfar, son los seres que habitan en Svartalfheim (nórdico antiguo: Svartálf[a]heimr, hogar de los elfos negros). Tanto los elfos como su reino fueron mencionados por primera vez en la Edda prosaica, escrita en el siglo XIII por Snorri Sturluson. Los svartálfar suelen aparecer como sinónimo de los enanos y de los dökkálfar (elfos oscuros). Como enanos, el hogar de los svartálfar podría haber sido otra descripción de Nidavellir (Niðavellir, campos oscuros), teniendo sus moradas bajo tierra. 

Eran diestros en la forja y la metalurgia, y en la mitología eran los encargados de crear objetos mágicos para los dioses, como el martillo de Thor, el jabalí Gullinbursti de Frey o el anillo de OdínDraupnir. Originalmente eran de estatura normal, pero con el tiempo comenzaron a ser descritos como humanos bajos y feos, posiblemente para distinguirlos como elemento cómico en las obras modernas.

El poema Völuspá, de la Edda poética, detalla que los enanos fueron producto de la sangre primordial de Brimir y de los huesos de Bláinn (diferentes nombres del gigante Ymir): «Todas las fuerzas, los santos dioses, se reunieron entonces en alto consejo: que quién crearía la raza de los enanos con sangre de Brímir y huesos de Blain. Motsógnir fue de la raza de los enanos el más principal, Durin segundo; con figura de hombres enanos hicieron, muchos, de tierra, como Durin dijo». Tras estos versos comienza un listado con nombres de enanos, del cual Tolkien sacó muchos nombres para los personajes de sus obras. La Edda prosaica, sin embargo, dice que los enanos surgieron como gusanos de la carne de Ymir antes de ser dotados de inteligencia humana y aspecto de hombre por los dioses. La Edda poética y la prosaica contienen cerca de cien nombres de enanos, pero sólo la Edda prosaica especifica estos: Norðri, Suðri, Austri y Vestri (Nórdico antiguo: Norte, Sur, Este y Oeste), los cuales tienen un papel cosmológico, pues son los encargados de sostener el cráneo de Ymir (la bóveda celeste).

En La alucinación de Gylfi (Gylfaginning) se mencionan varios lugares que se pueden encontrar en el cielo, incluyendo Álfheimr (nórdico antiguo: hogar de los elfos). Tal y como se menciona en el texto, los ljósálfar (elfos de la luz) viven en Álfheimr, y son «más claros que el sol», mientras que los dökkálfar habitan bajo tierra y son «más negros que el carbón». En este mismo texto aparece más tarde Svartalfheim, el mundo de los elfos negros, donde acuden los dioses para encargarles la creación de la cuerda Gleipnir a los enanos con el fin de encadenar al lobo Fenrir.

En Skáldskaparmál, el mundo de los elfos negros es a donde Loki encuentra el enano Andvari y a los hijos de Ivaldi, a los que Loki encarga la creación de unos cabellos nuevos para Sif, la esposa de Thor, después de que maliciosamente le cortara su dorada cabellera, el barco Skidbladnir para Frey y la lanza Gungnir para Odín. Ivaldi suele ser identificado como un enano.

Teniendo en cuenta que el término svartálfr es un sinónimo para referirse a los enanos de la mitología, podríamos encontrar una descripción de estos seres en la Edda poética, en el poema Los dichos de Alvíss (Alvíssmál) donde se narra cómo Thor se burla de la pálida piel del enano Alvis (Todo sabiduría) que intenta casarse con su hija Þrúðr:
«¿Quién eres tú, el de pálida jeta?
¿Pasaste la noche entre muertos?
Aspecto de jotun te encuentro yo
¡No es para ti esta novia!
Los insultos de Thor resumen la apariencia de los enanos nórdicos. En particular este enano tenía una nariz pálida, que sobresalía entre su barba y sus cabellos negros. Tan pálida era su piel que no parecía saludable y Thor lo acusa de parecer un cadáver al decirle que pasa tiempo con los muertos. Al parecer, la luz solar es letal para los enanos, ya que Alvíss sólo visita a Thor durante la noche. Además, en el poema, el dios se encarga de prolongar un juego de adivinanzas que pretenden probar la sabiduría del enano, pero en realidad sirve para distraerlo hasta que la luz del amanecer aparezca y lo convierta en piedra, algo similar a lo que les ocurre a los trols.

Ilustración de dos enanos para el poema Völuspá - Lorenz Frølich

Hihi

El hihi (japonés: 狒々; ひひ) es una criatura del folclore japonés, tiene el aspecto de un gran simio salvaje y vive en las profundidades de las montañas. Tiene el pelo largo y negro y una boca ancha con grandes labios. Las antiguas leyendas dicen que cualquier mono que alcance cierta longevidad se transformará en un hihi. Su origen proviene de la antigua China, donde se creía que era un mono sobrenatural, y llegó a Japón a través de folcloristas. Actualmente en Japón se emplea el término hihi para referirse a los babuinos.

El hihi puede correr muy rápido y se alimenta principalmente de animales salvajes, como jabalíes, abalanzándose sobre ellos como un ave de presa y apaleándolos. Esta criatura recibe su nombre del sonido que produce al reírse. Cuando ve a un humano no puede evitar reírse a carcajadas, soltando un fuerte «¡Hihihihi!». Al reír, sus grandes labios se retraen y cubren totalmente sus ojos.

Aunque suelan alimentarse de animales silvestres también cazan humanos si tienen la oportunidad. Son conocidos por secuestrar humanos, sobretodo mujeres. Si un hihi atrapa a un humano sólo hay una manera de escapar: haciéndole reír. Cuando se ría se cegará con sus propios labios, lo que daría una oportunidad a la víctima de golpearle en la frente con algún objeto contundente y escapar.

A veces los hihi son confundidos con otros yokai de aspecto simiesco que habitan en las montañas, como los yamawaro o los satori. A diferencia de estos, los hihi son mucho más grandes, violentos y peligrosos. Algunas historias dicen que, al igual que los satori, tienen la habilidad de hablar con los humanos y leer el corazón y los pensamientos de los hombres. Los hihi son muy valorados por su sangre, la cual es de un vivo y brillante color rojo. Si se utiliza como tinte, el vivo color rojo nunca se desvanecerá. Si un hombre bebe esta sangre obtendrá la habilidad de ver espíritus y demonios.

Matthew Meyer

Yamawaro

El yamawarawa, o yamawaro (japonés: 山童; niño de montaña), también conocido como seko, es la forma que adoptan los kappa cuando llega el frío y dejan los ríos para habitar en las montañas. En este estado, siguen siendo menudos como niños, pero su cuerpo se llena de pelo y sólo tienen un ojo en medio de la frente como los cíclopes. Conocen el idioma humano; imitan sonidos, como herramientas, animales, desprendimientos de rocas, etc; y se dice que cantan muy bien.

La leyenda de los yamawaro es común en la región de Kyushu, donde ayudan a los hombres con sus trabajos en la montaña. Como son yokai, su percepción de las normas humanas es inexistente y siguen las suyas propias, por lo que, cuando ayudan a alguien a cargar troncos, hay que depositarlos a la cuenta de dos en lugar de a la de tres, como se haría normalmente. Eso sí, hay que pagarles por sus servicios dándoles bolas de arroz, trigo tostado o sake del que se ofrece a las divinidades o se enfurecerán, pero siempre la cantidad acordada y después de que hayan realizado el trabajo, pues podrían tomar la comida y salir corriendo. Al igual que los hyosube, sus parientes más cercanos, se cuelan por la noche en las bañeras de los humanos y las dejan llenas de pelo.

Cuando llega la primavera, descienden de las montañas hacia los ríos para volver a convertirse en kappa, pero cuentan que aquellos que los ven cambiar de forma mueren por una terrible enfermedad. Si alguien ha construido su casa en la ruta que siguen estos yokai en sus migraciones, deberán dejar todas las puertas abiertas para que puedan pasar o la atravesarán agujereándola. Por suerte, como odian las cabezas de sardinas, bastaría con ofrecerselas para que se mantengan alejados.

Ilustración del Gazu Hyakki Yagyō - Toriyama Sekien