Eishet

Eishet Zenunim (Hebreo: אֵשֶׁת זְנוּנִים; mujer de fornicación) es una diablesa de la mitología judía, un súcubo. En el Zohar también es conocida como Isheth Zenunim, Isheth Zennanim y Qodeshah. Es uno de los cuatro ángeles de la sagrada prostitución que se aparean con el arcángel Samael, junto a Lilit, Naamá y Agrat bat Mahlat. Es la princesa del Qlifot que gobierna el grigori Satariel, el opuesto a la sefirá Biná.

Roberto Ferri

Naamá

Naamá, o Na'amah, (Hebreo: נַעֲמָה‎; complaciente) es una diablesa descrita en el Zohar, la principal obra del misticismo judío. Es una de las cuatro consortes del arcángel Samael junto a Lilit, Agrat bat Mahlat y Eisheth. Al igual que Lilith, es el súcubo culpable de provocar epilepsia a los niños. Después de que Caín matase a Abel, Adán se separó de Eva durante 130 años. Durante este tiempo, Lilit y Naamá lo visitaban y engendraron su demoníaca descendencia, la cual se convirtió en las plagas de la humanidad (Zohar 3:76b-77a). En otra historia del Zohar, Naamá corrompió a los grigori Ouza y Azael (Zohar: Génesis: Capítulo XXXII).

markmolchan

Agrat bat Mahlat

Agrat bat Mahlat (Hebreo: אגרת בת מחלת; Agrat hija de Mahlat) es una diablesa de la mitología judía. A veces se le nombra tan solo como Agrat o alguna variación (Agrath, Igrat, Iggeret). Iggeret, en hebreo, significa «carta o misiva», mientras que «agrah» significa «recompensa». Mahlat podría venir de la palabra «mahalah», que significa enfermedad.

En la Cábala de Zohar es una reina de los demonios y uno de los cuatro ángeles de la sagrada prostitución. Se aparea con el arcángel Samael junto a sus compañeras súcubos, Lilit, Naamá y Eisheth. En la literatura rabínica de Yalḳuṭ Ḥadash, en las vísperas de los miércoles y del Sabbath, aparece como «el demonio danzante del techo», que acecha el aire con su carro y su séquito de dieciocho mil mensajeros de la destrucción. Ella baila mientras Lilit aúlla. También es «la señora y amante de las brujas», y le enseñó los secretos de la magia a Amemar, un sabio judío.

Según la Cábala y la escuela de Rashba, Agrat bat Mahlat copuló con el rey David y dio a luz a Asmodeo, rey de los demonios. La intervención espiritual de Hanina ben Dosa y del rabino Abaye frenó sus poderes malévolos sobre los humanos.

IsraLlona

Lestrigones

En la mitología griega, los lestrigones (Griego: Λαιστρυγόνες; Laestrygónes) son un pueblo de gigantes antropófagos. La tradición sitúa Lestrigonia en Sicilia oriental o en la costa de Cerdeña.

Según el canto X de la Odisea, Odiseo y sus compañeros llegan en una docena de embarcaciones a Telépilo, la ciudad de los lestrigones, donde avistaron el castillo de Lamos, posible fundador de la ciudad que no se vuelve a mencionar. Los barcos entraron en un puerto rodeado por abruptos acantilados, con sólo una entrada entre dos promontorios. Los capitanes metieron sus naves dentro del puerto muy juntas entre sí. Odiseo guardó su propia nave fuera del puerto, amarrada a una roca. Trepó a un lugar elevado para hacer un reconocimiento, pero sólo pudo ver un poco de humo ascendiendo desde el suelo. Envió a tres de sus hombres, uno de ellos como heraldo, para que averiguasen algo sobre los habitantes del lugar.

Los hombres siguieron por un camino y encontraron a una mujer joven que dijo que era hija de Antífates, el rey, y los condujo a su casa. Cuando llegaron allí vieron a la esposa de Antífates, que según Homero «en su talla era monte rocoso». Inmediatamente llamó a su marido, quien dejó la asamblea del pueblo y al llegar atrapó a uno de los hombres y lo devoró. Los otros dos hombres se escaparon, pero Antífates provocó un griterío y fueron perseguidos por un tropel de lestrigones, que eran de tamaño gigantesco. Lanzaron rocas inmensas desde los acantilados con las que destrozaron los barcos, y arponearon a los hombres como a peces.

Odiseo pudo escapar con su barco ya que no lo atracó en el puerto; el resto de las embarcaciones, junto con muchos de sus tripulantes, se perdieron. Los supervivientes llegarían después a la cercana isla Eea, morada de la maga Circe.

Titivillus

Titivillus era un demonio que trabajaba en nombre de Belfegor, Lucifer o Satanás para introducir errores en el trabajo de los escribas. La primera vez que se menciona a este demonio por su nombre fue en el Tractatus de Penitentia, de Juan de Gales. También es el demonio que aglomera los chismorreos en los servicios religiosos y durante el tiempo de oración. Su trabajo consistía en distorsionar u ocultar la palabra sagrada para que no llegara a la gente y aumentar el número de pecadores, para esto hacía que el párroco pronunciara mal algunas palabras, que las murmurara o que las omita directamente durante el sermón.

Se le conoce como el «demonio patrón de los escribas», ya que era una excusa fácil para explicar los errores que cometían en los manuscritos que copiaban a mano. Marc Drogin señaló en su manual Medieval Calligraphy: Its history and technique que «durante el último medio siglo, todas las ediciones del Oxford English Dictionary han incluido una referencia a una página incorrecta cuando se mencionaba al Titivillus en las anotaciones a pie de página».

En el Monasterio de las Huelgas de Burgos hay una tabla del año 1485 atribuida a Diego de la Cruz en la que aparecen dos demonios sobre el manto de la Virgen de la Misericordia, uno de los cuales lleva un hatillo de libros a la espalda, que para el profesor Joaquín Yarza Luaces representaría a Titivillus.

Este demonio adquirió un amplio papel como figura cómica y subversiva en obras medievales. Era el encargado de realizar comentarios satíricos sobre las vanidades humanas, como en el Iudicium que pone fin al Ciclo de Towneley. En un tratado devocional inglés anónimo del siglo xv, Myroure of Oure Ladye, Titivillus se presenta a sí mismo cometiendo errores y saltándose sílabas o palabras enteras: «Yo soy un purbe dailbo, y mi nombre es Tytyvyllus...».

Ogro

Un ogro es un enorme y monstruoso ser con aspecto de hombre. Aparecen en la mitología y cuentos de hadas de diversos países como devoradores de hombres, siendo los niños su plato predilecto. Se suele utilizar la expresión «eres un ogro» para referirse a personas de mal carácter. El término femenino es ogresa. 

Se les suele representar como humanos exageradamente grandes y altos, con una gran cabeza, pelo y barba abundante, abultada panza, cuerpo fornido, un voraz apetito y un color inusual de piel. Suelen estar relacionados con los gigantes y los caníbales en la mitología. En los cuentos se tratan a muchos gigantes con las características de un ogro, como los gigantes de Jack y las judías mágicas, el gigante Desesperación de El progreso del peregrino y los jotun y trols de la mitología nórdica.

Entre los ogros más famosos se encuentran los que aparecen en los cuentos El gato con botas y en Pulgarcito, además de Barba Azul y Bestia de La Bella y la Bestia. A otros gigantes humanoides, como el cíclope Polifemo, de la Odisea, el trol/jotun Grendel, de Beowulf, y los oni japoneses, se les ha tratado como ogros por sus antropófagas costumbres y su gigantesco tamaño.

La palabra ogro es de origen francés, y derivaba originalmente del nombre del dios etrusco Orcus, el cual se alimentaba de carne humana. El primer registro que se tiene de esta palabra aparece en Perceval o el cuento del Grial, de Chrétien de Troyes, en el que se lee:
Et s'est escrit que il ert ancore
que toz li reaumes de Logres,
qui jadis fu la terre as ogres,
ert destruite par cele lance.

Y está escrito que vendrá de nuevo

a todos los reinos de Logres,
conocidos como las tierras de los ogros,
y los destruirá con su lanza

Los ogros de estos versos pueden referirse a los ogros que, en la pseudohistorica obra Historia de los reyes de Bretaña, de Godofredo de Monmouth, eran los habitantes de Gran Bretaña antes de los primeros asentamientos humanos. La palabra ogro también podría derivar del Og bíblico, el último de los gigantes, o de Eagro (Griego: Οἴαγρος; Oiagros), padre de Orfeo.

El gato con botas ante el ogro. Entre los platos hay servidos bebés humanos.

Tarasca

La Tarasca (del francés Tarasque, y éste del topónimo de la localidad de Tarascon, en la región de Provenza-Alpes-Costa Azul, Francia) es una criatura mitológica cuyo origen se encuentra en la leyenda de Santa Marta.

Según cuenta la leyenda, esta criatura habitaba la zona de Tarascon, en Provenza, en una roca en medio del Ródano, donde luego se construyó el castillo de Tarascon, y devastaba el territorio por doquier. La Tarasca era una especie de dragón con cabeza de león, los ojos rojos y el aliento pútrido, tenía seis patas cortas como las de un oso, un torso similar al de un buey con un caparazón de tortuga y una escamosa cola que terminaba en el aguijón de un escorpión. Jacques de Voragine la describe así en su La leyenda dorada:
«Había una vez, a orillas del Ródano, en un pantano entre Arlés y Aviñón, un dragón, mitad animal, mitad pez, más grueso que un buey, más largo que un caballo, con dientes como espadas y tan grandes como cuernos, se escondió en el río donde se llevó la vida de todos los transeúntes y barcas hundidas».
El rey de Tarascón había atacado sin éxito a la Tarasca con todas sus filas y su arsenal, pero Santa Marta encantó a la bestia con sus plegarias y volvió a la ciudad con la bestia domada. Los habitantes aterrorizados atacaron a la criatura al caer la noche, que murió allí mismo sin ofrecer resistencia. Entonces Santa Marta predicó un sermón a la gente y convirtió a muchos de ellos al cristianismo. Arrepentidos de dar muerte al domado monstruo, los habitantes cambiaron el nombre del pueblo a Tarascón.

La Tarasca aparece en el escudo de armas de Tarascón. Un festival se celebra cada año el último domingo de junio para contar la historia de la Tarasca y de Tartarín, el personaje principal de Tartarín de Tarascón de Alphonse Daudet. Originario de 1469, el festival fue creado por René de Anjou. Se llevó a cabo el segundo domingo después de Pentecostés para exorcizar el mal que causó la inundación de Camarga, que se creía que fue causada por la Tarasca al romper diques y presas. En el festival se pasea una enorme figura de la Tarasca por las calles con gritos tradicionales: «Lagadigadèu, la Tarasco, la Tarasco. Lagadigadèu, la Tarasco dóu castèu. Leissas-la passa la vièio masco, Leissas-la passa que vai dansa».

En algunas localidades de España también se pasea la figura de la Tarasca durante la procesión del Corpus Christi: Granada, Valencia, Toledo y Tudela son algunas de las ciudades que sacan una figura de este dragón en las fiestas. Madrid lo hacía antiguamente, hasta que Carlos III la eliminó en el siglo XVIII. En la localidad pontevedresa de Redondela, Galicia, se celebra una fiesta similar, en la que se muestra la figura de un dragón llamado Coca.
Respeanut

Bannik

El bannik (ruso: баенник; Baennik; plural: байнушко; baynushko; bielorruso: Baennoy, Laznik) es un espíritu de la mitología eslava que está asociado a las saunas (banya). Debido a que las saunas eran vistas como lugares potencialmente sucios y peligrosos también se creía que el bannik podía ser un espíritu caprichoso y perjudicial. Se solía reservar el tercer o cuarto fuego de la sauna para el bannik, pero si era molestado durante su baño asfixiaría a los intrusos con vapor, les lanzaría agua hirviendo e incluso derrumbaría el edificio.

Vive detrás de las estufas o bajo los estantes, por lo general es invisible, pero puede adoptar la forma de un pequeño anciano desnudo y cubierto de tierra, con una gran cabeza, el pelo enmarañado y las extremidades delgadas, también porta un ramo de ramas de abeto. Puede transformarse en gato, perro o conejo blanco. Cuando aparece con forma femenina se le conoce como bannaia o bainikha, y tiene el aspecto de una horrible anciana peluda. Además tiene la habilidad de predecir el futuro. Un hombre le puede consultar exponiéndole la espalda desde la puerta del baño entreabierta. El bannik le frotaría la espalda con cuidado como signo de buen augurio, pero si el hombre tendría problemas en el futuro le arañaría con sus garras. En Navidad también adivina cómo será el futuro esposo de las muchachas. En torno a estas fechas, varios grupos de muchachas se reunían en las saunas, y al prepararse para el baño, se levantaban las faldas. Si el bannik les tocaba el culo con su mano peluda, el esposo de la joven sería rico, si lo hacía con la mano lampiña, sería pobre, y si estaba mojaba, sería un borracho. Como muchos otros espíritus o seres feéricos, el bannik le tiene miedo al hierro.

Los campesinos eslavos no llevaban cruces ni colgaban imágenes sagradas en la sauna, también evitaban bañarse solos o por la noche, así evitaban molestar a este espíritu. El bannik también podía ser propicio con los campesinos, por lo que a menudo le daban las gracias al salir de la sauna o le dejaban jabón, agua y ramas de abeto como regalo. Las mujeres que se bañaban solas corrían el riesgo de ser espiadas por el bannik cuando se desnudaban, y cuando nacía un niño en la sauna, algo que era habitual, la madre y el bebé eran vigilados para prevenir que el bannik se llevase al infante que estaba sin bautizar.

Para apaciguarlo habría que dejar pan de centeno y un puñado de sal como ofrenda, y para evitar que alguna vez haga daño a alguien habría que estrangular un gallo negro y enterrarlo sin desplumar bajo la bañera, intentando que coincida en Jueves Santo.

Aleksandr Uglanov

Gigantes griegos

En la mitología griega, los gigantes (Griego antiguo: Γιγάντες,; Gigantes; nacidos de la tierra; singular: Γιγάς, Gigas) fueron una agresiva raza de gran fuerza, conocidos por la Gigantomaquia (griego antiguo: γιγαντo-μαχια, guerra de los gigantes), su batalla contra los dioses olímpicos. Según Hesíodo, los gigantes son descendientes de Gea (la tierra), nacidos de la sangre que cayó cuando Urano (el cielo) fue castrado por su hijo, el titán Crono. Son, por lo tanto, hermanos de las Erinias, las ninfas Melíades y de la diosa Afrodita.

En las representaciones arcaicas y clásicas se mostraba a los gigantes como hóplitas de tamaño humano, sin ningún rasgo sobrenatural. En representaciones posteriores (380 A.C. y posterior) se mostraban a los gigantes con serpientes en lugar de piernas. Poetas y mitógrafos posteriores los confunden frecuentemente con los Titanes.

Según Homero eran una raza de hombres salvajes y de grandes dimensiones, ancestros de los feacios, llamaba a Eurimedonte, rey de los gigantes, «de altivo corazón» (μεγαλήτορος), y describía a su pueblo como «soberbio» e «insensato». En la Odisea, los lestrigones, raza que atacó a Odiseo lanzándole rocas, aparecen como «fieros, con su talla gigante, mayor que la humana», diciendo de la esposa del rey de los lestrigones que «en su talla era monte rocoso». Hesíodo los llama «fuertes» (κρατερῶν) y «grandes» (μεγάλους), y en su Teogonía dice que nacieron «con resplandecientes armas, sostienendo en su mano largas lanzas».

Poseidón sosteniendo la isla Nísiros contra Polibotes
Atenea luchando contra Encélado

Otras fuentes caracterizan a los gigantes por sus excesos. Según Píndaro, el gigante Porfirión destacaba por su gran violencia, y Baquílides llama arrogantes a los gigantes, diciendo que fueron destruidos por la hibris (orgullo excesivo). El poeta Alcmán ya utilizaba a los gigantes como ejemplo de la hibris con frases como «la venganza de los dioses» y «sufrieron castigos inolvidables por el mal que cometieron», posibles referencias a la Gigantomaquia.

Con el tiempo, las descripciones de los gigantes comenzaron a hacerlos menos humanos y más monstruosos y enormes. De acuerdo con Apolodoro, los gigantes eran de gran tamaño y fuerza, de aspecto aterrador, con largas melenas y barbas y pies escamosos. Ovidio les otorga serpientes en lugar de pies y cien brazos, posible confusión con los Hecatónquiros, y Nono los describe con cabelleras de serpientes.

Los registros más detallados que se tienen de la Gigantomaquia son los dados por el mitógrafo Apolodoro. Ninguna de las fuentes anteriores, como Homero o Hesíodo, explican los motivos de la guerra, si es que llegan a hacer mención de un enfrentamiento entre los gigantes y los dioses. Según una versión minoritaria encontrada en los escolios de Euforión de Calcis, el gigante Eurimedonte violó a Hera cuando esta era una niña y engendró a Prometeo, lo que causó la furia de Zeus. De acuerdo a los escolios de Las Ístmicas de Píndaro, la guerra entre dioses y gigantes comenzó cuando el gigante Alcioneo robó el ganado de Helios, pero Apolodoro, que también menciona el robo que sufrió Helios, sugiere que la guerra comenzó como venganza de Gea cuando los Olímpicos derrotaron y encerraron a los titanes. Por esto, cuando nacieron los gigantes, comenzaron a lanzar «rocas y robles en llamas al cielo».

Una profecía decía que los gigantes no podrían morir a manos de los dioses a no ser que les ayudara un mortal con piel de león. Gea, conociendo esto, buscó una planta para hacer totalmente invulnerables a los gigantes, pero Zeus, para evitarlo, le ordenó a Eos, Selene y Helios que no saliesen al firmamento, aprovechando la oscuridad para encontrar la planta y ponerla a salvo. Luego hizo que Atenea llamase a Heracles para luchar a su lado.

La guerra tuvo lugar en Flegra, donde nacieron los gigantes, y Apolodoro afirmaba que Alcioneo y Porfirión eran los más fuertes. Heracles disparó a Alcioneo, que al mismo caer al suelo revivió, ya que era inmortal mientras estuviera en su tierra natal. Heracles, avisado por Atenea, lo arrastró más allá de las fronteras de su tierra, donde lo mató con su maza. Luego Porfirión atacó a Hera, pero al ser herido con una flecha de Eros, su ira se convirtió en lujuria e intentó violarla. Zeus lo derribo con su rayo, y Heracles, que regresaba de su encuentro con Alcioneo, lo remató con una de sus flechas.

Apolo cegó el ojo izquierdo del gigante Efialtes, y Heracles lo remató clavándole otra flecha en el ojo derecho. Dionisio mató a Éurito con su tirso. Clitio murió abrasado por las antorchas de Hécate, y Hefesto derramó el metal al rojo vivo de su forja sobre Mimas. Atenea aplastó a Encélado bajo la isla de Sicilia y despellejó a Palas, el cual intentó violarla, luego empleó su piel como escudo. Poseidón arrancó un trozo de la isla de Cos y la lanzó contra Polibotes, ese peñasco es conocido ahora como la isla Nísiros. Hermes mató a Hipólito usando el casco de la invisibilidad de Hades. Artemisa mató a Gratión, y las Moiras mataron a Agrio y Toante golpeándolos con mazas de bronce. El resto murió a manos de Zeus y de Ares, y eran rematados por las flechas de Heracles.

Las pacíficas diosas Hestia y Deméter no participaron en la guerra, y el borracho sátiro Sileno se adjudicó la victoria sobre Encélado, afirmando que batalló junto a Dionisio, su discípulo, y que sembró el caos entre los gigantes con los rebuznos de su asno.

Gigante luchando contra Artemisa - Ilustración de un relieve del Museo Vaticano

Focalor

Focalor, también conocido como Forcalor o Furcalor, es un demonio mencionado en diversos grimorios y textos de ocultismo. Es un duque fuerte y poderoso del infierno (un general, según el Diccionario infernal) y el cuadragésimo primer espíritu mencionado en el Ars Goetia. Aparece con forma de hombre con alas de grifo y se encarga de matar a los hombres ahogándolos en el mar. Tiene dominio sobre los mares y los vientos y con su poder hunde los barcos de guerra, aunque no herirá a hombre o cosa alguna si le es ordenado por el exorcista. Tiene esperanzas de regresar al Séptimo Trono después de mil años, aunque se engaña en esto. Gobierna sobre treinta legiones de demonios y se debe usar su sello durante su invocación, aunque el Diccionario infernal añade que sólo obedece al exorcista refunfuñando.

Yuki Fujisawa (藤澤ユキ)

Lucífago Rofacale

Lucífago Rofacale (latín: Lucifugus Rofocalus), también conocido como Lucífago de Rafaquele, es el demonio que gobierna el Infierno bajo órdenes de Lucifer según el Gran Grimorio.

El nombre Lucífago proviene de dos palabras latinas; lux (luz), y fugio (huir), que significa «quien huye de la luz». Rofacale, por su parte, es un anagrama de Focalor, el nombre de otro demonio que posiblemente esté bajo órdenes de Lucífago. Rofocale también podría provenir de la naturaleza de Lucifer. Ya que el nombre de Lucífago es el contrario de Lucifer (latín: estrella de la mañana), al revés sería «Reficul».

De acuerdo a algunas creencias de la demonología actual, Lucífago sería el gobernante del qlifot Satariel. La mención de este cargo proviene de una traducción de un manuscrito del antiguo hebrero y se ha extendido con el paso de los años gracias a Eliphas Levi.

En algunas órdenes modernas de demonología, como Demon Rouge y la Orden del Fósforo, se ha incorporado y extendido la idea de que Lucífago es uno de los 11 gobernantes de los 10 qlifots. El último de todos, Thaumiel, está dividido en dos, por eso hay once gobernantes.

Lucifago - Wayne Barlowe

Gorro Rojo

Los gorros rojos (Redcap en inglés), también conocidos como pintones, son un tipo de malévolos seres feéricos del folclore de Yorkshire y el Noreste de Inglaterra. Habitan en las ruinas de los castillos abandonados que se encuentran a lo largo de la frontera entre Inglaterra y Escocia. Los gorros rojos asesinan a los viajeros que se adentran en sus hogares y tiñen sus gorros con la sangre de sus víctimas, de ahí su peculiar nombre. Estos duendes deben matar con regularidad, ya que si se seca la sangre de sus gorros, morirían. Estas criaturas se mueven muy rápido a pesar de llevar siempre picas y botas de hierro, escapar de un gorro rojo es prácticamente imposible. Son descritos como robustos ancianos de ojos rojos, con garras y grandes dientes, llevan un gorro rojo y cargan una pica con la mano izquierda.

Se dice que en una de las habitaciones del castillo de Grantully, Pertshire, vive uno de estos duendes, pero afortunadamente es benévolo, y trae buena suerte a aquellos que lo ven u oyen.

Lord William II de Soulis tenía un gorro rojo como espíritu familiar, llamado Robin Redcap, que llevó a la ruina las tierras de su amo, el Castillo Hermitage. Según la leyenda, William fue llevado hasta el Ninestane Rig, un círculo de piedras que había cerca del castillo, donde lo cubrieron de plomo fundido hasta que murió. En realidad, William De Soulis fue encarcelado en el castillo de Dumbarton y murió allí por conspirar contra Roberto I de Escocia en 1320.

Ilustración de Hadas, de Brian Froud y Alan Lee
Recreación de Robin Redcap, por Jacob Petersson

Shinigami

Los shinigami (死神, dios de la muerte) son dioses o espíritus sobrenaturales que incitan a los humanos a morir, y están presentes en diferentes aspectos de la religión y cultura japonesa. Son otra representación de La Muerte.

En el budismo existe un Mara relacionado con la muerte, el Mrtyu-mara. Es un demonio que hace que los humanos quieran morir, y se dice que el que es poseído por él comete suicidio, por lo que es considerado un shinigami. En el Yogacarabhumi-sastra, un escrito de los Yogacara, Mrtyu-mara es un demonio que decide la hora de la muerte de los humanos. Tanto Enma, el rey del Inframundo, como Cabeza de buey y Cara de Caballo, son considerados shinigamis, al igual que la diosa sintoísta Izanami, que lleva la muerte a los humanos.

La palabra «shinigami» no suele aparecer en la literatura clásica japonesa y no hay muchos escritos sobre ellos, pero al adentrarnos en el período Edo, la palabra «shinigami» se puede apreciar en las obras ningyō joruri de Chikamatsu Monzaemon y en otras obras clásicas que trataban suicidios dobles.

En la literatura clásica del periodo Edo se mencionan shinigami que poseen a los seres humanos. En el Ehon Hyaku Monogatari de Tenpō 12 (1841) hubo una historia titulada Shinigami, pero en esta ocasión era el espíritu malvado de un difunto que actuaba alimentando las emociones negativas que ya había dentro de las personas que acechaba. Provocaba repetidos accidentes en los lugares en los que hubo previamente un asesinato, por ejemplo, inducía a la gente a suicidarse en lugares donde otras personas ya lo habían hecho ahorcándose, por lo que este shinigami era algo así como una posesión que hacía que la gente quisiera morir.

El ensayo Shozan Chomón Kishu de Miyoshi Shozan tiene una historia titulada La posesión de un shinigami dificulta el habla o facilita las mentiras, en la que una prostituta poseída por un shinigami invita a un hombre a suicidarse con ella, y en la obra kabuki Mekuranagaya Umega Kagatobi, de Kawatake Mokuami, un shinigami entra en los pensamientos de la gente y les hace recordar las cosas malas que hicieron a lo largo de su vida, haciendo que quieran morir. En estos casos, más que dioses, son fantasmas, yurei o malos espíritus.

Los shinigami también aparecen en la religión popular de después de la guerra. Según las costumbres de Miyajima, Prefectura de Kumamoto, aquellos que van y vienen por la noche para atender a alguien deben beber té de leche o comer un bol de arroz antes de dormir, ya que si no les visitaría un shinigami. En Hamamatsu, Prefectura de Shizouka, se dice que un shinigami puede poseer a los humanos y los pierde en montañas, mares y vías del tren en los que ya han muerto varias personas. En estos lugares, los muertos tendrían un «regreso de la muerte» (shiniban), y hasta que no aparezca otra persona para reemplazarlos no podrán ascender, aunque les hagan ritos funerarios. Cualquier vivo que pase cerca será incitado por los muertos para ser el siguiente.

En Japón es común visitar las tumbas de los fallecidos al mediodía o al ocaso durante la ceremonia budista Higan, pero, según las costumbres de la prefectura de Okayama, visitar una tumba en Higan durante el amanecer haría que un shinigami te poseyese. Además, una vez que has visitado una tumba al anochecer, es necesario visitar la misma tumba al amanecer, si no, sería poseído por un shinigami igualmente. También se cree que los espíritus de los fallecidos que no tienen a nadie que les honre buscan compañeros invitando a la gente a unirse a ellos.

Shinigami del Ehon Hyaku Monogatari - Shunsensai Takehara

Bunyip

El bunyip, o kianpraty, es una criatura perteneciente a la mitología de los aborígenes australianos, que acecha en pantanos, meandros (billabongs), arroyos, ríos y pozos. El origen de la palabra bunyip se ha rastreado hasta el idioma Wemba-Wemba de los aborígenes del sudeste de Australia, y, según los aborígenes actuales, significa «demonio» o «espíritu malvado». Las descripciones de los bunyips varían enormemente. Por lo general son considerados monstruos marinos, y las descripciones más comunes les atribuyen características tales como hocico de perro, cabeza de cocodrilo, pelo negro, cola de caballo, colmillos de morsa, cuernos, o, incluso, pico de pato. 

Durante los primeros asentamientos europeos en Australia se extendió la idea de que el bunyip era un animal real que estaba a la espera de ser descubierto. Los primeros colonos europeos, no familiarizados con los sonidos de la peculiar fauna de la isla, consideraban al bunyip uno de los más extraños animales de Australia, al que atribuían los gritos y bramidos de otros animales. Entre los años 1840 y 1850 se dieron un gran número de avistamientos de esta criatura, sobre todo en las colonias del sureste de Victoria, Nueva Gales del Sur y el sur de Australia.


Uno de los primeros registros relacionados con una criatura acuática desconocida data de 1818, cuando Hamilton Hume y James Meehan encontraron unos enormes huesos en el Lago Bathurst, en Nueva Gales del Sur. No identificaron estos restos con el bunyip, pero describieron a la criatura como un animal similar al hipopótamo o el manatí. Los actuales criptozoólogos mantienen la teoría de que los bunyips son en realidad el extinto diprotodon, un gigantesco marsupial terrestre que habitaba cerca del agua, cuyos fósiles fueron encontrados a mediados de 1830 por Thomas Mitchell e identificados y catalogados más tarde por el paleontólogo Richard Owen.

En julio de 1845, The Geelong Advertiser anunció el descubrimiento de unos fósiles cerca de Geelong, bajo el titular «Maravilloso descubrimiento de un nuevo animal». Según el periódico: «Se mostró uno de los huesos a un "negro inteligente", y afirmó que pertenecía al bunyip, el cual dijo que llegó a ver. Al pedirle que hiciera un dibujo de la criatura, lo hizo sin dudarlo». También se tomó nota de una historia en la que una mujer aborigen fue asesinada por un bunyip, mostrando como evidencia a un hombre llamado Mumbowran, que mostraba varias heridas profundas en el pecho hechas por las garras del animal. La descripción que se dio de la criatura fue la siguiente:
«El bunyip, pues, se representa como una mezcla de pájaro y de cocodrilo. Tiene una cabeza que recuerda a la del emu, con un largo pico, cuyo extremo tiene una protuberancia de bordes serrados, como la cola de la raya, a cada lado. Su cuerpo y patas tienen las características del cocodrilo. Las patas traseras son muy gruesas y fuertes, y las patas delanteras son mucho más largas, pero de igual fuerza. Sus extremidades acaban en largas garras, pero los negros dicen que suele matar a sus presas con un abrazo mortal. Cuando está en el agua nada como una rana, y cuando sale a la orilla se sostiene sobre sus patas traseras, con la cabeza erguida. En esta posición llega a alcanzar los doce o trece pies de alto (4m)».
Otro de los primeros relatos relacionados con el bunyip se le atribuye al preso fugado William Buckley. En su biografía dejó constancia de una extraña criatura allá por 1852: «En el Lago Moodewarri (Lago Modewarre en la actualidad)... es un extraordinario animal anfibio, los nativos lo llaman Bunyip». Según el relato de Buckley, vio a esta criatura en varias ocasiones, y añade: «Nunca pude ver ninguna parte de su cuerpo excepto la espalda, parecía estar cubierto de plumas de un color gris oscuro. Debía ser aproximadamente del tamaño de un becerro en plena madurez...». Buckley también afirmó que la criatura solía frecuentar el río Barwon, y cita que escuchó rumores de una mujer aborigen que fue asesinada por un bunyip. También hizo hincapié en que el bunyip tiene poderes sobrenaturales.

Tenjo Kudari

Tenjō-sagari o tenjō -kudari (天井下, quien desciende del techo) es un yōkai de la mitología japonesa. De acuerdo con la descripción de Toriyama Sekien, tenjō-kudari tiene la apariencia de una fea anciana desnuda, con una lengua muy larga y el pelo enmarañado. 

Tenjō-kudari pasa la mayor parte del tiempo escondida, viviendo en el pequeño espacio que hay entre el techo y el tejado. De vez en cuando, en mitad de la noche, baja de su escondite, descolgándose del techo y asomando la cabeza para asustar a la gente. No hay más información sobre este yōkai  aparte de la ilustración de Toriyama.

AdamaSto

Gotokoneko

El gotokoneko (五徳猫, gato del trébede) es un yōkai de la mitología japonesa, uno de los espíritus gato como el bakeneko. Si despiertas una fría mañana y ves un fuego crepitando misteriosamente donde debería haber un hogar frío, no te asustes, significa que el gotokoneko ha estado allí, atizando las llamas hasta crear un agradable y chisporroteante fuego. Justo el tipo de hoguera que le encanta a estos gatos sobrenaturales.

Siendo un tipo de nekomata, el gotokoneko es un gato muy longevo con la cola bífida, pero se diferencia de los nekomata comunes en que le apasiona el fuego. A la mayoría de los animales (mágicos o no) les asusta el fuego por naturaleza. Disfrutan del calor, pero temen las llamas. El gotokoneko no solo no se asusta del fuego, sino que a menudo se le encuentra atizando el fuego en un hogar frío, usando un hifuki-dake, un tubo de bambú, para avivar las llamas a partir de las brasas.

En los tradicionales hogares japoneses era común encontrar un trébede (gotoko) cerca de la chimenea o fuego. Utensilios de cocina, como teteras y ollas, que se calentaban por estar al fuego, se colocaban sobre estos trípodes para no quemar el tatami del suelo. El gotokoneko, como indica su nombre, llevaba un gotoko como sombrero. Mizuki Shigeru, en su libro Mujyara, indica que nadie sabe por qué el gotokoneko lleva un trébede en la cabeza, simplemente lo lleva.

El gotokoneko no es el único gato-yokai asociado con el fuego: el kasha es un gato demoníaco envuelto en llamas que roba cadáveres y lleva las almas al infierno. Se dice que el kasha y algunos bakeneko pueden transformarse o crear fuegos fatuos, o hi-no-tama. Se dice que incluso los ojos de los gatos normales pueden atrapar al fuego en su interior, brillando en la oscuridad. Pero de todos los gatos demoníacos o mágicos, sólo el gotokoneko se sienta frente al hogar para encender un fuego.

Este gato aparece por primera vez en el período Muromachi, en la colección sobre yokai Hyakki Yagyo Emaki (百鬼夜行絵巻; Pergamino Ilustrado del Desfile Nocturno de los 100 Demonios) de Tomi Mitsunobu. En este documento no aparece ninguna descripción del yokai, sólo se ilustra un gato participando en el Desfile Nocturno con un trébede sobre la cabeza. Se cree que artistas posteriores cogieron a este curioso gato y desarrollaron un mito que se le ajustara.

La siguiente aparición del gotokoneko fue en el Hyakki Tsurezure Bukuro (百器徒然袋, El saco ilustrado de 100 demonios/objetos aleatorios) de Toriyama Seiken en el período Edo. Toriyama hace un juego de palabras en el título de esta colección, reemplazando el kanji de -ki (鬼; demonio) con el homófono –ki (器; objetos). Es seguro que la mayoría de los yokai de esta colección son tsukumogami o criaturas asociadas con algún objeto, como el gotokoneko con el trébede de su cabeza.

Toriyama escribió sobre este gato: «Tal y como el hombre que bailó la Danza de las Siete Virtudes olvidó dos de ellas, quizá tu también te olvides de este gato o pienses que sólo ha sido un sueño». Hace una alusión y un juego de palabras: el término "gotoko" significa trébede, pero también puede significar “Las Cinco Virtudes.” Es una referencia a una vieja historia de Shinano no Zenji Yukinaga.

En la historia, un hombre tiene que bailar la Danza de las Siete Virtudes (personificando las virtudes principales que se requieren para ser un guerrero) frente al emperador Tang de China. Desafortunadamente, el hombre ha olvidado dos de las virtudes. Cree que al igual que él no puede recordarlas, nadie lo hará, y anuncia su "Danza de las Cinco Virtudes" y entonces ejecuta el baile magníficamente. Así que Toriyama hace un juego de palabras, enlazando el gotoko como objeto y como las Cinco Virtudes. Esto ha llevado a que a veces se haya traducido gotokoneko como "Gato de las Cinco Virtudes", aunque sea incorrecto. 

Gotokoneko por Shigeru Mizuki

Shirime

El shirime (尻 目, ojo en el trasero) es un extraño yōkai de la mitología japonesa que tiene un ojo en el lugar donde debería estar su ano. Aparte de esta peculiar característica también se le representa sin rasgos faciales, similar al noppera-bō.

El shirime se acerca a los solitarios transeúntes que viajan de noche por carreteras y caminos. Tiene el aspecto de un hombre vestido con un kimono, pero una vez que capta la atención de los incautos viajeros, deja caer sus ropas, se inclina, se separa las nalgas y deja al descubierto un enorme y brillante ojo situado en su ano. Aparte de esta extravagante costumbre, el shirime no es peligroso para los humanos, y sólo se divierte asustando a la gente. Al poeta y artista Buson le gustaba tanto esta criatura que la incluyó en muchas de sus pinturas sobre yōkai.

Según cuenta la leyenda, un samurai paseaba de noche por la carretera que iba hacia Kioto, cuando oyó a alguien que le pedía que le esperase. Cuando preguntó quién era y se giró, sólo se encontró con un hombre que se desnudaba rápidamente y le enseñaba las nalgas. Entonces, un resplandeciente ojo se abrió donde debería estar su ano.

Yáculo

El yáculo (latín: Iaculus; dardo, jabalina), en los bestiarios medievales, es una serpiente capaz de volar. Se esconde en los árboles hasta que un animal pasa por debajo, entonces se lanza hacia él y lo mata.

Lucano, en su Farsalia, menciona a esta serpiente entre otras muchas: «He aquí que una cruel serpiente se balanceó en la estéril madera de un tronco, se lanzó desde lejos ("yáculo" la llama el África) y huyó a través de la cabeza de Paulo, horadándole las sienes. Aquí no actúa el veneno: se lo llevó la muerte con sólo la herida».

En Historia Natural, Plinio el Viejo también menciona a esta serpiente: «La serpiente "dardo" se arroja desde las ramas de los árboles, y no es temible solamente para los pies, sino que también se lanza como un proyectil disparado por una máquina». Isidoro de Sevilla también menciona este animal en sus Etimologías: «El yáculo es una serpiente voladora, de ella escribe Lucano (9, 720): "Y los voladores yáculos". Están encaramadas a los árboles, y cuando un animal se encuentra a su alcance, se lanzan sobre él y lo matan; por eso se los conoce como yáculos (iaculi; dardo/jabalina). Por otra parte, en Arabia existen serpientes provistas de alas y llamadas sirenas, que aventajan a los caballos en la carrera y además, según cuentan, también vuelan; su veneno es tan poderoso que la muerte sobreviene antes de sentir el dolor de la picadura (XII 4, 29)».

Hercinia

El hercinia es un pájaro que aparece en los bestiarios medievales. Nace en el bosque Hercínico de Alemania, del cual recibe el nombre. Sirve como faro para los viajeros ya que sus plumas brillan tan intensamente en la oscuridad que puede iluminar el camino.

Tanto Plinio el Viejo como Isidoro de Sevilla relatan en sus obras la existencia de este ave, afirmando que sus plumas brillan en la noche como el fuego.