Barometz

El Cordero vegetal de Tartaria (latín: Agnus scythicus o Planta Tartarica Barometz) es un zoófito legendario de Asia Central, que en su momento se creía podía dar ovejas como fruta. Las ovejas estaban conectadas a la planta a través de un cordón umbilical y pastaban en la tierra alrededor de la planta. Una vez que todo el follaje accesible se terminaba, tanto la planta como las ovejas morían.

El origen del mito está basado en una planta real, Cibotium barometz, un helecho del género Cibotium. Era conocida con otros nombres, tales como el cordero escita, el borometz, barometz y borametz, los últimos tres siendo diferentes formas de escribir la palabra local para cordero. El «cordero» era obtenido al quitar las hojas de una pequeña sección del lanudo rizoma del helecho. Cuando el rizoma es invertido, se parece bastante a una oveja lanuda, formando las patas las bases de los peciolos cortados.

En su libro, The Vegetable Lamb of Tartary (El Cordero Vegetal de Tartaria, 1887) Henry Lee describe al cordero legendario tanto como un animal real como una planta viva. Sin embargo, indica que algunos escritores creían que el cordero era la fruta de la planta, que salía de semillas parecidas a las del melón. Otros, por el contrario, creían que el cordero era un miembro vivo de la planta que, una vez separada de ella, moría. Se creía que el cordero vegetal tenía sangre, huesos y carne como una oveja normal. Estaba conectado a la tierra por un tallo, similar a un cordón umbilical, que sostenía a la oveja por encima del suelo. El cordón podía doblarse hacia abajo, permitiendo así al cordero alimentarse de la hierba y las plantas que lo rodeaban. Una vez se comía todas las plantas que estaban dentro de su alcance, el cordero moría por falta de alimento. Una vez muerto podía comerse, y se decí que su sangre tenía un sabor dulce como la miel. Se decía que los nativos de las tierras donde crecía usaban su lana para hacer sombreros y otras vestimentas. A parte de los humanos, los lobos eran los únicos animales carnívoros atraídos por la planta-cordero.

Pájaros de Estínfalo

Los pájaros de Estínfalo (griego: Ορνιθες Στυμφαλιδες; ornithes stymphalides), también conocidos como aves estinfálidas, eran, en la mitología griega, una bandada de pájaros antropófagos que acechaban en el lago Estínfalo, en Arcadia. Heracles tuvo que encargarse de ellos en su sexto trabajo, espantándolos primero haciendo un gran ruido para que abandonasen la vegetación, y, a continuación, matándolos uno a uno con sus flechas o una onda. 

Estos pájaros podrían haber sido colocados entre las estrellas como las constelaciones Aquila y Cygnus, que están colocadas en el lado opuesto de Sagita, la flecha de Heracles. También son llamados a veces como pájaros de Ares, aves con las que se toparon los Argonautas en el Mar Negro.

En la Biblioteca mitológica atribuida a Apolodoro podemos encontrar un pequeño resumen de la hazaña de Heracles frente a estas aves, donde Atenea le entregó unos crótalos para que espantara a las aves:
«Como sexto trabajo (Euristeo) le encargó ahuyentar las aves estinfálidas. En la ciudad de Estínfalo, en Arcadia, había en lago llamado Estinfalide, oculto por abundante vegetación, donde se habían refugiado innumerables aves, temerosas de ser presa de los lobos. Heracles no sabía cómo hacerlas salir de la espesura, pero Atenea le proporcionó unos crótalos de bronce, dádiva de Hefesto, y él entonces, haciéndolos sonar en una montaña próxima al lago, espantó a las aves, que incapaces de soportar el ruido alzaron el vuelo atemorizadas y de esta manera Heracles las flechó».
Una de las características más destacables de estas aves eran sus plumas afiladas como el metal que podía lanzar como dardos, dato que se omite en los textos de Pseudo Apolodoro. En cambio, Apolonio de Rodas describe como uno de estos pájaros, llamados «aves de Ares», atacan a la tripulación de los argonautas en su Argonauticas de esta manera:
«Tras pasarlos de largo y ya de cerca de la isla de Ares, situada enfrente, navegaban a fuerza de remos todo el día; pues la suave brisa les había abandonado con el crepúsculo. Ya incluso divisaron un ave de Ares, pobladora de la isla, que desde lo alto se precipitaba por el aire, la cual, sacudiendo sus alas sobre la nave presurosa, lanzó contra ella una puntiaguda pluma. Ésta cayó en el hombro izquierdo del divino Oileo, quien herido soltó de sus manos el remo. Ellos se pasmaron al contemplar el dardo alado. Y Eribotes, que a su lado se sentaba, se lo arrancó y le vendó la herida, tras desatar de su vaina el tahalí del que pendía. Apareció otro volando tras el primero; pero el héroe Clitio Euritida —pues de antemano había tendido su curvado arco y lanzado su dardo veloz contra el pájaro— en seguida lo hirió; y dando vueltas cayó cerca de la rápida nave. A ellos Anfidamante, el hijo de Áleo, les habló:
"Tenemos próxima la isla de Ares —lo sabéis también vosotros por haber visto esas aves—. Yo no creo que las flechas nos ayuden lo bastante para el desembarco. Pero dispongamos alguna otra artimaña eficaz, si pensáis abordar acordándoos de que lo prescribió Fineo. Pues ni siquiera Heracles, cuando vino a Arcadia, pudo con su arco rechazar las aves nadadores del lago Estínfalo —y esto yo mismo lo vi—. Pero él, agitando en sus manos un crótalo de bronce, lo hizo sonar sobre una elevada atalaya; y aquéllas se ahuyentaron lejos chillando bajo un miedo espantoso. Así que también ahora planeemos alguna artimaña tal. Yo mismo podría deciros una que he planeado de antemano. Colocando sobre nuestras cabezas los yelmos de enhiestos penachos, la mitad alterna remad y la otra mitad con pulidas lanzas y escudos resguardad la nave. Además con gran fuerza levantad inmenso griterío todos juntos, para que con la sorpresa se espanten del tumulto, de los penachos que se agitan y de las lanzas alzadas en alto. Y si llegamos a la propia isla, entonces ya junto al clamor levantad luego enorme ruido con los escudos".
Así dijo. Y a todos agradó la eficaz artimaña. Sobre sus cabezas colocaron los broncíneos cascos que relucían terriblemente, y encima se agitaban sus penachos purpúreos. Y de modo alterno los unos remaban, mientras los otros cubrieron la nave con lanzas y escudos. [...] Cual surge de la tropa enemiga el clamor al avanzar los hombres, cuando entrechocan las falanges, tal griterío de lo alto de la nave se esparcía por el aire. Ya no vieron ningún pájaro; sino que, cuando al llegar a la isla golpearon ruidosamente los escudos, en seguida aquéllos, incontables, se alzaron aquí y allá ahuyentados. Como cuando el Crónida arroja desde las nubes una espesa granizada sobre la ciudad y las casas, y debajo sus habitantes escuchan el repicar sobre los techos y permanecen en calma, puesto que no les cogió de improviso la estación invernal, sino que antes habían reforzado el tejado; tn espesas eran las alas que sobre ellos arrojaron precipitándose muy alto por el mr hacia las montañas del confín de la tierra».
Pausanias recalca en el libro VIII de su Descripción de Grecia que Heracles no llegó a matarlos a todos, sino que los expulsó de esas tierras con los ya mencionados crótalos. También añade que son oriundos de Arabia, donde son tan peligrosos para los hombres como leones y leopardos:
«Una leyenda dice que en el agua del Estinfalo se criaban en otro tiempo pájaros antropófagos: y se dice que Heracles asaeteó a estos pájaros. Pero Pisandró de Camiro dice que Heracles no dio muerte a los pájaros, sino que los expulsó con ruido de crótalos.
El desierto de Arabia cría, entre otros animales salvajes, las aves llamadas estinfálidas, tan feroces para el hombre como los leones y los leopardos. Éstas vuelan contra los que van a cazarlas y los hieren y los matan con sus picos. Todo lo que llevan los hombres de bronce y de hierro lo perforan las aves. Pero si tienen un vestido de espeso corcho, los picos de las estinfálidas se quedan presos en el vestido de corcho, del mismo modo que las alas de los pájaros pequeños quedan enganchadas en la liga. Estas aves son por su tamaño como una grulla y se parecen a las ibis, pero tienen picos más fuertes y no torcidos como éstas. Si las aves de Arabia de ahora tienen el mismo nombre que las que hubo en Arcadia en otro tiempo, pero tienen diferente aspecio, no lo sé. Mas si han existido siempre aves estinfálidas, como los halcones y las águilas, me parece que estas aves son una casta arábiga, y una parte de ellas podría haber llegado volando hasta Arcadia, a Estinfalo. Los árabes las habrían llamado originariamente de otra manera y no estinfálidas. Pero la fama de Heracles y el prestigio de lo griego sobre lo bárbaro hizo que prevaleciera el que se llamaran estinfálidas todavía en nuestro tiempo en el desierto de Arabia».
Heracles destruye los pájaros de Estínfalo - Edgard Maxence 

Kama-itachi

Las kama-itachi (japonés: 鎌鼬; comadreja con hoz) se encuentran entre los animales yokai de Japón. Se tratan de unas veloces comadrejas que, montadas sobre los fríos remolinos de viento, provocaban cortes a los humanos con sus garras largas y afiladas como guadañas. Son comunes en las zonas montañosas de las prefecturas de Yamanashi, Nagano, Niigata y Gifu y se mueven tan rápidamente que son invisibles al ojo humano. Precisamente, en Hida, se cree que las kama-itachi atacan en tríos: la primera asalta y tira al suelo a su víctima; la segunda le provoca los cortes y la tercera le aplica un ungüento especial que le cura las heridas evitando que sangren. Por eso se dice que no se siente dolor cuando te atacan.

Kama-itachi ilustrado en el Kyōka Hyaku Monogatari de Masasumi Ryūkansaijin

Paimon

Paimon, también conocido como Paymon o Paymonia, es uno de los muchos demonios mencionados en antiguos grimorios y textos de ocultismo. Es el noveno espíritu listado en el Ars Goetia, donde es descrito como un gran Rey muy fiel a Lucifer. Aparece como un hombre de rostro femenino a lomos de un dromedario y con una gloriosa corona sobre su cabeza, y ante él va una hueste de espíritus, como hombres con trompetas, címbalos y toda clase de instrumentos musicales. Tiene una gran voz y su hablar es tal que el mago no puede entenderle a menos que le obligue. Este espíritu puede enseñar todas las artes y ciencias y otras cosas secretas; y si deseas conocer la disposición del mundo, qué es la Tierra, qué sostiene las aguas o cualquier otra cosa, qué es el Abismo o de dónde proviene el viento o la causa de este, él te lo enseñará ampliamente. Proporciona dignidad y confirma la ya existente, pone a cualquier hombre a disposición del mago si éste lo desea y proporciona buenos espíritus familiares, aquellos que puedan enseñar todas las artes. Se le invoca mirando al oeste, pues ahí tiene su casa. Pertenece al coro de las Dominaciones y tiene bajo su mando a doscientas legiones de espíritus; una parte de estos pertenecen al coro de los ángeles y la otra parte al de las Potestades. Si se le invoca sólo a él y se le hace una ofrenda, le atenderán dos reyes llamados Labal y Abalim (en el Diccionario Infernal son dos príncipes llamados Bebal y Abalam), y otros espíritus de sus huestes que pertenecen al coro de las Potestades junto a veinticinco legiones. Estos espíritus no siempre aparecerán a su lado a menos que el mago los obligue. Se debe usar uno de sus sellos (1,2) como pantáculo ante él.

En la versión en latín del Pseudomonarchia Daemonum se dice que se le debe invocar mirando al aquilón, al norte, y en la antigua traducción inglesa de dicha obra aparece mirando al noroeste. Cuando es invocado, el exorcista debe recibirle sin temor y dejar que haga cualquier pregunta o petición que desee, y sin duda recibirá a cambio lo mismo. También se menciona que podría haber pertenecido al coro de las Dominaciones o de los querubines.

En el Liber Officiorum Spirituum cuatro demonios son los reyes de los cuatro puntos cardinales: Oriens es el rey del este, Amaimon el del sur, Egines el del norte y Paimon el del oeste. Según esta obra le sirven infinidad de espíritus, pero los doce más poderosos eran: Belial, Bason, Gordonsor, Balath, Mistalas, Lecher, Zagayne, Caleos, Cagyne o Cogin, Suchay, Ryall y Zayme. Muchos de estos demonios sólo son nombrados en esta obra y no aparecen en otros textos.

Vesner

Cuchivilu

El cuchivilo o cuchivilu (del castellano dialectal cuchi: cerdo y del mapudungun filu: culebra), es un animal acuático fantástico de la mitología chilota. Se le atribuyen los destrozos que se producen en los corrales de pesca (un método tradicional de pesca de Chiloé, abandonado en la década de 1980 por disposiciones legales).

El cuchivilo es una criatura del tamaño de un lobo marino, mitad cerdo y mitad serpiente, pues la parte superior, cabeza y patas delanteras, son los de un cerdo, y la parte posterior es la de una culebra o serpiente marina.

Según la leyenda, los cuchivilos habitarían en el fondo del mar, en zonas poco profundas y cercanas a las orillas de las islas del mar interior de Chiloé. Igualmente suelen ir a nadar a esteros, lagunas o pantanos; razón por la cual hay que tener cuidado que al bañarse en estos lugares, ya que si alguien se baña en las mismas aguas donde estuvo este ser, al poco tiempo se le cubriría el cuerpo de granos o de sarna. Igualmente es peligroso escucharlo, ya que su gruñido es similar al de un cerdo y anuncia que la persona que lo escucha tendrá una corta vida.

Como a los cerdos, a esta criatura le gusta revolcarse en el fango, y se cree que siempre está hambriento. Su alimento predilecto son los mariscos y los peces y por esta razón es que se introduce en los corrales de pesca. Además de comer y destrozar los pescados atrapados en el corral, destruye la construcción y hoza en la arena del mismo modo que lo haría un cerdo normal en la tierra. Sin embargo, principal problema de la visita del cuchivilo al corral no es el destrozo, sino que después del ataque, el corral queda maldito y jamás se volverá a atrapar un solo pez en él. Para quitar la maldición, se debe realizar una ceremonia mágica conocida con el nombre de cheputo o threputo; en que las personas deben golpear los bordes del corral con ramas de laurel ahumadas con "mapucho" (tabaco chilote).