Yuki-onna

Yuki-onna (japonés: 雪女; mujer de la nieve), también llamada yuki-jorō (japonés: 雪女郎; dama de la nieve), es uno de los yokai más famosos del folklore japonés. Este espíritu aparece como una hermosa mujer de piel y vestimentas blancas en las noches de ventisca. Pese a su bello rostro, tiene una mirada terrible y se dedica a congelar o a devorar a aquellos que encuentra a su paso.

Una de las leyendas más famosas de la yuki-onna fue recogida en Kwaidan, cuentos fantásticos de Japón, obra de Patrick Lafcadio Hearn. En este cuento, dos leñadores de la provincia de Musashi, Mosaku, un anciano, y Minokichi, su joven aprendiz, fueron sorprendidos al anochecer por una nevada cuando regresaban a su aldea tras un día de trabajo en los bosques. Incapaces de sortear un río, pues el barquero ya se había retirado, decidieron refugiarse en la pequeña y vacía choza de éste para pasar la noche.

Ambos se durmieron sin muchas dificultades, pero Minokichi se despertó en mitad de la noche cuando una ráfaga de nieve le golpeó. La puerta de la choza se había abierto con brusquedad y el resplandor de la nieve iluminó a una mujer totalmente vestida de blanco. Estaba inclinada sobre el viejo Mosaku y exhalaba su aliento, semejante a un humo blanco y brillante, sobre él. Cuando se acercó a Minokichi, le sonrió y le dijo que, si no hubiera sido tan joven y apuesto, habría corrido la misma suerte que su maestro, pero si alguna vez le contaba a alguien lo sucedido, volvería a por él para matarle.

Escena de la película Kwaidan, dirigida por Masaki Kobayashi
Al día siguiente, el barquero encontró a Mosaku muerto, totalmente congelado, y Minokichi había enfermado gravemente por el frío. Cuando se recuperó, dudaba de si lo vivido aquella noche fue real o un sueño, pero no le contó nada sobre la misteriosa mujer a nadie. Al poco tiempo retomó en solitario su trabajo como leñador y, durante un atardecer del invierno siguiente, se topó con una hermosa muchacha a la que acompañó hasta su aldea. Ésta se llamaba O-Yuki, y durante el camino se enamoraron y se quedó en casa de Minokichi a vivir como su esposa. Con el tiempo, O-Yuki, que a pesar del tiempo conservaba su juventud, le dio a Minokichi diez hermosos hijos.

Una noche, mientras O-Yuki cosía a la luz de un farolillo, Minokichi se fijó en ella y le recordó a la hermosa mujer que vio durante la tormenta de nieve que mató a Mosaku. Cuando se lo comentó a su mujer, O-Yuki se levantó furiosa, le dijo que esa mujer era ella y que había roto su promesa de no contárselo a nadie. Por suerte, la yuki-onna se apiadó de nuevo de él por los hijos que tenían en común, pero si sufrían algún daño o tenían alguna queja de su padre, volvería para cumplir su amenaza. Entonces se convirtió en una niebla blanca y se esfumó con el viento para no volver nunca más.

Shigeru Mizuki recogió otra historia sobre la yuki-onna en su Enciclopedia Yokai. En ella, un cazador de Tohoku se llevó a su hijo al monte para cazar, pero no consiguieron ninguna pieza en todo el día. Al regresar a casa cuando atardecía, les cayó encima una nevada salida de la nada. En el camino vieron en la lejanía a una mujer que se les acercaba, pero el padre le advirtió a su hijo que no le mirara ni le hablara, pues se trataba de la yuki-onna y si le dirigían la palabra les devoraría.

Shigeru Mizuki

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