Tifón

Tifón, también conocido como Tifeo (griego: Τυφων/Τυφωευς; Typhon/Typhoeus; Ciclón, Huracán), era un monstruoso gigante inmortal relacionado con los vientos huracanados. Fue derrotado y encarcelado por Zeus bajo el monte Etna o en las profundidades del Tártaro.

Tifón fue engendrado por Gea junto a Tártaro como venganza por la derrota de los Titanes a manos de los dioses Olímpicos. Hesíodo da parte de ello en su Teogonía donde narra la Tifonomaquia, la lucha entre Zeus y Tifón, donde aparece como un gigante con cien cabezas de serpiente que vomitaban fuego y hablaban en diferentes lenguas:
«Luego que Zeus expulsó del cielo a los titanes, la monstruosa Gea concibió su hijo más joven, Tifón, en abrazo amoroso con Tártaro preparado por la dorada Afrodita. Sus brazos se ocupaban en obras de fuerza e incansables eran los pies del violento dios. De sus hombros salían cien cabezas de serpiente, de terrible dragón, adardeando con sus negras lenguas. De los ojos existentes en las prodigiosas cabezas, bajo las cejas, el fuego lanzaba destellos: y de todas sus cabezas brotaba ardiente fuego cuando miraba. Tonos de voz había en aquellas terribles cabezas que dejaban salir un lenguaje variado y fantástico. Unas veces emitían articulaciones como para entenderse con dioses, otras un sonido con la fuerza de un toro de potente mugido, bravo e indómito, otras de un león de salvaje furia, otras igual que los cachorros, maravilla oírlo, y otras silbaban y le hacían eco las altas montañas. Y tal vez hubiera realizado una hazaña casi imposible aquel día y hubiera reinado entre mortales e inmortales, de no haber sido tan penetrante la inteligencia del padre de hombres y dioses. Tronó reciamente y con fuerza y por todas partes resonó la tierra, el ancho cielo arriba, el ponto, las corrientes del Océano y los abismos de la tierra. Se tambaleaba el alto Olimpo bajo sus inmortales pies cuando se levantó el soberano y gemía lastimosamente la tierra. Un ardiente bochorno se apoderó del ponto de azulados reflejos, producido por ambos y por el trueno, el relámpago, el fuego vomitado por el monstruo, los huracanados vientos y el fulminante rayo. Hervía la tierra entera, el cielo y el mar. Enormes olas se precipitaban sobre las costas por todo alrededor bajo el ímpetu de los Inmortales y se originó una conmoción infinita. Temblaba Hades, señor de los muertos que habitan bajo la tierra, y los Titanes que, sumergidos en el Tártaro, rodean a Cronos, a causa del incesante estruendo y la horrible batalla. Zeus, después de concentrar toda su fuerza y coger sus armas, el trueno, el relámpago y el flameante rayo, le golpeó saltando desde el Olimpo y envolvió en llamas todas las prodigiosas cabezas del terrible monstruo. Luego que le venció fustigándole con sus golpes, cayó aquél de rodillas y gimió la monstruosa tierra. Fulminado el dios, una violenta llamarada surgió de él cuando cayó entre los oscuros e inaccesibles barrancos de la montaña. Gran parte de la monstruosa tierra ardía con terrible humareda y se fundía igual que el estaño cuando por arte de los hombres se calienta en el bien horadado crisol o el hierro que es mucho más resistente, cuando se le somete al calor del fuego en los barrancos de las montañas, se funde en el suelo divino por obra de Hefesto; así entonces se fundía la tierra con la llama del ardiente fuego. Y le hundió, irritado de corazón, en el ancho Tártaro».
En la Biblioteca mitológica de Pseudo-Apolodoro nos encontramos con que Tifón fue concebido como venganza por la muerte de los Gigantes y no de los Titanes tal y como decía Hesíodo, además de añadir la localización exacta de su nacimiento y una descripción totalmente diferente y más detallada de esta monstruosa divinidad:
«Cuando los dioses hubieron vencido a los Gigantes, Gea, aún más encolerizada, se une a Tártaro y da a luz en Cilicia a Tifón, que tenía naturaleza mixta de hombre y fiera. En talla y fuerza aventajaba a todos cuantos había parido Gea; con forma humana hasta los muslos y descomunal tamaño que sobrepasaba todos los montes, su cabeza, a veces, tocaba las estrellas; en cuanto a sus manos, una alcanzaba el occidente y la otra el oriente; de ellas salían cien cabezas de dragones. De los muslos, enormes anillos de víboras que, al proyectarse, llegaban hasta la cabeza emitiendo un fuerte silbido; su cuerpo estaba todo cubierto de alas; desde la cabeza y el mentón sucios cabellos ondeaban; lanzaba fuego con los ojos. Tal y tan poderoso era Tifón, que arrojando piedras ardientes alcanzaba al mismo cielo entre silbidos y gritos; de su boca brotaba un gran chorro de fuego. Cuando los dioses lo vieron abalanzarse al cielo huyeron a Egipto y, perseguidos, adoptaron forma animal. Sin embargo Zeus fulminó a Tifón desde lejos y cuando lo tuvo cerca lo derribó con una hoz de acero; al huir éste lo persiguió hasta el monte Casio, que se eleva sobre Siria, y allí viéndolo herido se enzarzó con él. Tifón, enlazando a Zeus con sus anillos, lo sujetó, le quitó la hoz y le cortó los tendones de manos y pies; luego lo transportó sobre sus hombros a través del mar hasta Cilicia y al llegar lo abandonó en la cueva Coricia. Asimismo dejó allí los tendones ocultos en la piel de un oso y puso como guardián a la dragona Delfine, medio animal, medio mujer. Pero Hermes y Egipán sin ser vistos robaron los tendones y se los aplicaron a Zeus. Éste recobró su fuerza, e inmediatamente, transportado desde el cielo en un carro de caballos alados, persiguió con sus rayos a Tifón hasta el monte llamado Nisa, donde las Moiras engañaron al fugitivo, que, persuadido de que así se fortalecería, comió los frutos efímeros. De nuevo acosado llegó a Tracia y combatiendo cerca del Hemo arrojó montes enteros, que al rebotar sobre él a causa del rayo le hicieron derramar abundante sangre en la montaña: por ello dicen que la montaña se llama Hemo (del griego: Αίμα; sangre). Cuando intentaba huir a través del mar Sículo, Zeus le echó encima el monte Etna, en Sicilia, que es enorme; se cree que aún hoy exhala fuego a causa de los rayos entonces arrojados. Pero de esto nada más os diré».
La huida a Egipto que relata Apolodoro también es narrada en Las metamorfosis de Antonino Liberal y de Ovidio. En la versión de Antonino sólo permanecen en sus puestos Atenea y Zeus, el resto de dioses se transformó en animales: Apolo en milano, Hermes en ibis, Ares en lepidoto (pez del Nilo de fuertes escamas), Artemis en gata, Dioniso tomó el aspecto de macho cabrío, Heracles el de un cervatillo, Hefesto el de un buey, Leto el de musaraña, y el resto de dioses se metamorfoseó como pudo. Según Antonino, cuando Zeus encerró a Tifón bajo el Etna puso a Hefesto en la cima para que lo vigilase y desde entonces trabaja el hierro incandescente apoyando el yunque sobre la nuca de Tifón. Ovidio sin embargo dijo que Zeus también huyó y que tomó el aspecto de un carnero y por eso el libio Amón es representado con cuernos retorcidos. Luego añade que Apolo se convirtió en cuervo, Hera en una blanca vaca y Afrodita en pez, omitiendo a Heracles y Leto.

Homero, en sus Himnos, menciona que Tifón es hijo de Hera en solitario, que celosa por el nacimiento de Atenea y avergonzada por el nacimiento de Hefesto suplicó por dar a luz un ser tan poderoso como su marido Zeus. Según sus textos, una vez nacido, Hera se lo entregó a la «Dragona», refiriéndose posiblemente a Delfine o a Equidna:
«Antaño, tras recibirlo (la Dragona) de Hera la de áureas flores crió al terrible y siniestro Tifón, azote de los mortales, al que parió antaño Hera, encolerizada contra Zeus padre cuando el Crónida había engendrado a la gloriosísima Atenea en su cabeza. Ella en seguida se encolerizó, la soberana Hera, y así habló entre los inmortales reunidos: "¡Oídme todos los dioses y todas las diosas, cómo Zeus, el que amontona las nubes, comienza a deshonrarme el primero, después de que me hizo su diligente esposa! Ahora engendró sin mí a Atenea, la de ojos de lechuza, que destaca entre todos los dioses bienaventurados, mientras que se quedó lisiado entre todos los dioses, tullido de los pies, mi hijo Hefesto, al que yo misma parí [...] ¡Miserable, taimado! ¿Qué otra cosa se te va a ocurrir aún? ¿Cómo te atreviste a engendrar tú solo a Atenea, la de ojos de lechuza? ¿No habría podido parirla yo? [...] De hecho ahora maquinaré cómo va a nacer un hijo mío que se destaque entre los dioses inmortales, sin deshonrar tu sagrado lecho ni el mío. Mas no penetraré en tu lecho, sino que manteniéndome lejos de ti, permaneceré entre otros dioses inmortales". Dicho esto, se marchó airada, lejos de los dioses. Mas luego hizo una imprecación la soberana de ojos de novilla, Hera. Con las palmas vueltas hacia abajo, golpeó el suelo y pronunció estas palabras: "¡Oídme ahora, Tierra y ancho Cielo, allá en lo alto! ¡Y vosotros, Titanes dioses que habitáis bajo tierra, en el gran Tártaro, de los cuales proceden hombres y dioses! Escuchadme todos ahora y concededme un hijo sin el concurso de Zeus, en nada inferior a aquél en fuerza, sino tanto más poderoso que él cuanto lo es Zeus, cuya voz se oye a lo lejos, más que Crono". Tras pronunciar estas palabras, golpeó el suelo con su poderosa mano y se removió la tierra dispensadora de vida. Ella, al verlo, se regocijó en su fuero interno, pues sabía que su voto se cumpliría. Desde entonces, hasta el término de un año, ni fue al lecho del prudente Zeus ni nunca, sentada junto a él en el trono ricamente decorado, meditaba, como antes, sagaces pareceres, sino que permaneciendo en los templos plenos de súplicas, se regocijaba con sus ofrendas la soberana de ojos de novilla, Hera. Pero cuando los meses y los días llegaron a su término, con el transcurso del año, y le sucedieron las estaciones, ella tuvo una criatura, no semejante a los dioses ni a los mortales: el terrible y siniestro Tifón, azote de los mortales. Recogiéndolo en seguida la soberana de ojos de novilla, Hera, se lo llevó y lo confió, calamidad como era, a otra calamidad, y ésta (la Dragona) acogió a aquél, que causaría muchos daños a las ilustres estirpes de los hombres».
La descendencia de Tifón podemos encontrarla en la obra de Hesíodo, donde nombra a los recios y húmedos vientos (tifones) que causan vendavales y hunden naves en el mar, mientras que en tierra arrasan los campos y los llenan de polvo. Los únicos vientos que no descendían de él eran Noto, Bóreas, Argesteo y Céfiro, ya que «descienden de los dioses y son de gran utilidad para los mortales». También tuvo una monstruosa descendencia junto a Equidna y así lo relata el autor en la Teogonía: «Con ella (Equidna) cuentan que el terrible, violento y malvado Tifón tuvo contacto amoroso, con la joven de vivos ojos. Y preñada, dio a luz feroces hijos: primero parió al perro Orto para Gerión. En segundo lugar tuvo un hijo, indecible, el sanguinario Cerbero, perro de broncíneo ladrido del Hades, de cincuenta cabezas, despiadado y feroz. En tercer lugar engendró a la perversa Hidra de Lerna, a la que alimentó Hera, diosa de blancos brazos, irritada terriblemente con el fornido Heracles. La aniquiló el hijo de Zeus con su implacable bronce, el Anfitriónida Heracles, con ayuda del belicoso Yolao, según los planes de Atenea amiga de botín. Ella parió a la terrible, enorme, ágil y violenta Quimera, que exhala indómito fuego. Tres eran sus cabezas: una de león de encendidos ojos, otra de cabra y la tercera de serpiente, de violento dragón. [León por delante, dragón por detrás y cabra en medio, resoplaba una terrible y ardiente llama de fuego]. Pegaso la mató y el valiente Belerofonte». Luego menciona que algunos de estos monstruos se unieron entre ellos y dieron a luz a la Esfinge y al León de Nemea. La descendencia de Tifón varía según el autor y muchos hicieron a diversos monstruos hijos de éste:


HIJO
COMPAÑERA
AUTOR
Ethon, el águila de Prometeo
Gorgon, padre de las Gorgonas
Higinio, Fábulas
Higinio, Fábulas
Tifones (vientos huracanados)
No se menciona
No se menciona
No se menciona

Chukart

2 comentarios :

  1. Jo, todas las entradas del grimorio de bestias me inspiran para escribir relatos. Es muy interesante y, a la vez, algo macabro.
    Continuaré leyendo.

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