Catoblepas

El catoblepas, también conocido como catóblepon o catoblepa (griego: καταβλέπω, katablépō; «mirar hacia abajo»), es una criatura cuadrúpeda similar a un toro pero con una cabeza desproporcionadamente grande y pesada, lo que le obligaba a mirar siempre hacia abajo, de ahí el origen de su nombre. Una larga melena cubre sus ojos, que son rojos y están inyectados en sangre. Si llegara a levantar la mirada sería mortal, ya que cualquiera que mirara a sus ojos moriría inmediatamente. Su aliento también era peligroso, pues se alimentaba principalmente de plantas venenosas. A veces se le representa con el lomo cubierto de escamas o duras cerdas. Este animal fantástico podría estar basado en el ñu, con el que comparte algunas características.

En Colección de hechos memorables de Solino se habla brevemente sobre esta bestia: «Cerca del río Nigris nace el catóblepas, animal de poca presencia e indolente; lleva trabajosamente su cabeza, muy pesada; su mirada es perniciosa: en efecto, quienes han cruzado la vista con sus ojos, pierden súbitamente la vida». Plinio el Viejo, en el libro VIII de su Historia Natural daba prácticamente la misma información de este animal:
«Entre los etíopes hesperios se halla la fuente Nigris, nacimiento del Nilo, según ha estimado la mayoría, como confirman los argumentos que hemos expuesto. Junto a ésta se encuentra una fiera llamada catoblepas, de tamaño mediano y débil en todos sus miembros, salvo en la cabeza, muy pesada, y a la que sostiene con dificultad —la lleva siempre humillada hacia tierra—; de otra forma es la perdición de la especie humana, ya que todos los que han visto sus ojos han expirado instantáneamente».
A diferencia de estos dos autores, Claudio Eliano decía en el libro VII de su Historia de los animales que el catoblepas mataba con su aliento venenoso y no con su mirada:
«Libia cría muchas y diversas bestias salvajes e, incluso, parece que cría la bestia llamada catoblepon. Su aspecto recuerda al del toro, pero manifiesta una expresión más torva. Tiene las cejas altas y dobladas y, debajo de ellas, tiene unos ojos no tan rasgados como los del toro, sino pequeños y sanguinolento. No miran de frente, sino a la tierra, y por eso se les llama catoblepon. Una melena parecida a las crines del caballo y que arranca de lo alto de la cabeza cae por la frente cubriendo su rostro, y esto infunde un terror más grande en la persona que se encuentra con él. Se alimenta de raíces venenosas. Cuando mira torvamente, como un toro, se estremece al instante y yergue la melena y, puesta ésta en erección y despejados sus belfos, exhala a través del garguero un aliento acre y maloliente que llega a contaminar el aire que está sobre la cabeza, y los animales que se acercan y lo aspiran se ponen gravemente enfermos, y se quedan afónicos y aquejados de convulsiones mortales. Esta bestia tiene conciencia de su poder. Lo conocen también los animales y huyen de él lo más lejos posible».
En el De proprietatibus rerum de Bartholomeus Anglicus se dice de este animal lo siguiente: «Junto a los etíopes hay una fuente, que muchos hombres creen que es la fuente del Nilo, y junto a ella hay una bestia salvaje conocida como Catoblepas, tiene un cuerpo pequeño y de proporciones correctas en todos sus miembros salvo la cabeza, que siempre cuelga hacia la tierra, pero esto es favorable para la humanidad. Todo aquello que vean sus ojos debería morir, del mismo modo que con el basilisco…».

Catoblepas en La historia de las bestias cuadrúpedas  y las serpientesEdward Topsell
Leonardo da Vinci describió al catoblepas en su Cuaderno de notas: «Se encuentra en Etiopía cerca del nacimiento del Nigricapo. No es un animal muy grande, no es muy activo, y su cabeza es tan pesada que le cuesta mucho trabajo levantarla, por lo que siempre mira al suelo. De lo contrario sería una gran peste para la humanidad, ya que cualquiera que cruzara su mirada con sus ojos moriría inmediatamente». En La tentación de San Antonio, de Gustave Flaubert, aparece como una de las criaturas demoníacas que se presentan ante el santo en el desierto:
«Es un búfalo negro con la cabeza de un cerdo, que arrastra por el suelo y que va sujeto a sus hombros mediante un cuello delgado, largo y flácido como una tripa vacía. Se revuelca por el suelo y sus pezuñas desaparecen bajo la enorme pelambrera de duros pelos que le tapa la cara. Gordo, melancólico y hosco, permanezco siempre en el mismo sitio, notando bajo mi vientre el calor del barro. Mi cabeza es tan pesada, que me es imposible mantenerla derecha. La enrollo en torno a mi cuerpo, lentamente, y con la mandíbula entreabierta, arranco con mi lengua las hierbas venenosas que ha regado mi aliento. Una vez, me devoré las patas sin darme cuenta. Nadie, Antonio, ha visto nunca mis ojos, o aquellos que los vieron murieron después. Si levantara mis párpados rosas e hinchados, inmediatamente morirías».
Edward Topsell en La historia de las bestias de cuatro patas y las serpientes llamó a esta bestia Gorgona, haciéndola oriunda tanto de Hesperia como de Libia, como aseguraban los anteriores autores, añadiéndole además fuertes escamas que recubrían su cuerpo y alas:
«Entre las numerosas y diversas clases de animales que se crían en África, se cree que la Gorgona nace en aquel país. Es una bestia temible, y horrible de contemplar; tiene párpados grandes y espesos, ojos no muy grandes, pero muy semejantes a los de un buey sólo que sanguinolentos, y no miran directamente adelante, ni tampoco hacia arriba, sino continuamente al suelo, hacia abajo, por eso se le llama en griego Catobleponta. Desde la coronilla hasta la nariz tiene una larga melena colgante, que le da un aspecto horroroso. Come hierbas mortíferas y venenosas, y si en cualquier momento ve un toro, o cualquier otra criatura a la que teme, de inmediato hace que su melena quede enhiesta, y una vez así alzada, entreabre sus labios, separa ampliamente las fauces, y despide desde su garganta un aliento picante y horrendo, que infecta y emponzoña el aire por encima de su cabeza, de forma tal que todas las criaturas vivas que aspiran de semejante aire resultan gravemente afectadas, pues pierden la voz y la vista, cayendo en letales y mortíferas convulsiones. Se crían en Hesperia y Libia.
 Los poetas tienen una ficción, a saber que las Gorgonas fueron hijas de Medusa [...]. Estas Gorgonas nacen en aquel país (Africa), y tienen tal cabellera en sus cabezas, que no sólo aventaja a todos los demás animales, sino que también envenena cuando queda enhiesta. Plinio lo llamó Catablepon, porque mira siempre al suelo, y dice que todos sus miembros son pequeños, salvo la cabeza, que es muy pesada, y rebasa la proporción de su cuerpo; nunca la levanta, y todas las criaturas que ven sus ojos, mueren. De ello se suscita una cuestión, a saber, si el veneno que despide procede de su aliento o de sus ojos. Por eso es más probable que, como el basilisco, mate por la vista, y después por el aliento de su boca, al que no puede enfrentarse ningún otro animal del mundo. Por otra parte, cuando los soldados de Mario siguieron a Yugurta, vieron a una de estas Gorgonas, y suponiendo que era una oveja, que continuamente inclinaba la cabeza hacia el suelo y se movía lentamente, se lanzaron sobre ella con sus espadas; la bestia, desdeñosamente, descubrió de pronto sus ojos, encrespando su cabello, y al verlo los soldados cayeron muertos.

Al enterarse Mario, envió a otros soldados a que matasen a la bestia, pero murieron del mismo modo que los primeros. Por último, los habitantes de la región explicaron al capitán el veneno que poseía la bestia por su naturaleza, y cómo, si no era muerta de inmediato, producía la muerte a sus perseguidores solamente con la mirada de sus ojos. Entonces, el capitán dispuso una emboscada de soldados que lo mataron de improviso con sus lanzas, y lo llevaron al emperador; Mario envió a Roma su piel, que fue colgada en el templo de Hércules, donde se daban festejos después de los triunfos. De ello se desprende que matan con la vista, y no con el aliento. Es un animal completamente cubierto de escamas, como un dragón, y no tiene pelo excepto en la cabeza, con grandes dientes porcinos, alas para volar, y manos para asir, de un tamaño intermedio entre el de un toro y una ternera. Del examen de esta bestia se desprende una prueba decisiva de la divina sabiduría y providencia del Creador, que ha orientado los ojos de este animal hacía abajo, como si enterrase de esta forma su veneno, para evitar que perjudique al hombre; y los ha cubierto con un pelo áspero, largo y fuerte, de modo que sus rayos ponzoñosos no se reflejen hacia arriba, a menos que la bestia fuese provocada por el miedo o la ira; y la pesadez de su cabeza es como un lastre para limitar la libertad de su venenosa naturaleza. Pero, qué otras partes, virtudes o vicios contiene la panoplia de este monstruo, sólo lo sabe Dios, que por azar ha consentido en que viva sobre la faz de la tierra, sin otro propósito que constituya un castigo y un azote para la humanidad; y es un ejemplo evidente de su propio poder colérico de destrucción eterna».
Historia naturalis de quadrupedibusJan Jonston

Buraq

El buraq (árabe: البراق, literalmente: rayo, estallido, blancura cegadora) es de la tradición islámica. Criatura de los cielos que cargó a Mahoma de la Tierra al Cielo y regresó durando el Isra y Miraj (viaje nocturno), el cual es uno de los capítulos del Corán.

Dentro de la tradición Islámica, el buraq suele ser descrito como "un animal blanco y grande, más largo que un burro pero menor a una mula, que puede poner su pezuña a una distancia igual a la que alcanza la vista.” En la literatura y arte del oeste, el buraq es pintado a menudo como una bestia con cara de mujer o también como una criatura híbrida parte águila y parte caballo, posiblemente inspirada en las leyendas del Pegaso griego y el Shedu babilónico.

El viaje al séptimo cielo:
Mahoma, siendo profeta, estaba en la casa de su primo, haciendo su quinta oración y después de eso se fue a la mezquita Mas jid Al-Haram. Mientras tanto, el ángel Gabriel se presentó ante él.

Antes que nada, le abrió el pecho y le sacó el corazón y lo limpió con agua bendita. Después de eso, Gabriel le devolvió su corazón sin ninguna herida, después el buraq llegó para que Mahoma lo montara. En compañía de Gabriel, viajó a la «más lejana mezquita» más rápido que la luz. Cuando llegaron, Mahoma entró con Gabriel y atendieron a la oración de Tahiyyatul Masjid.

Luego ellos ascendieron al primer cielo y al siguiente y a los demás, hasta el séptimo, ahí Gabriel dejó a Mahoma para continuar hasta Sidratul Muntaha para conocer a Dios. Él estaba muy cerca de Dios sin embargo no vio su cara. Dios mostró a Mahoma unas terribles escenas del infierno y el dolor. Mahoma bajó a la Tierra y desde ahí fue un predicador de Dios.

Y-Ikehara

Alastor

Alastor (griego: Αλαστωρ; espíritu vengador) era un demon de la mitología griega, posiblemente hijo de Nix como el resto de démones, aunque en ningún texto se hace referencia a su ascendencia. Se encargaba de vengar las reyertas familiares y estaba relacionado con las Erinias, pero a diferencia de éstas, que atormentaban directamente al asesino, Alastor se dedicaba a hostigar a sus familiares, castigando a los más jóvenes por los crímenes de sus antepasados.

El Diccionario infernal de Collin de Plancy lo convierte en un demonio, diciendo de él lo siguiente: 
Demonio severo, gran ejecutor de las sentencias del monarca infernal, ocupando casi el mismo destino que Némesis. Zoroastro le llama el Verdugo. Orígenes dice que se trata del mismo Azazel y otros le confunden con el ángel exterminador. Los antiguos llamaban Alastores a los genios malévolos. Plutarco dice que Cicerón, por odio contra Augusto, había ideado matarse junto al hogar de este emperador para ser su Alastor.
Alastor representado en el Diccionario infernal de Collin de Plancy - Louis le Breton

Yara Ma Yha Who

En las culturas aborígenes de Australia Yara-ma-yha-who, era un vampiro de color rojo y aproximadamente de cuatro pies de altura, con una gran cabeza y una gran boca, sin dientes, y, su característica principal eran sus manos y sus pies, pues las puntas de los dedos eran tentáculos como los de un pulpo.

Vivía en la cima de las higueras, esperaba a sus víctimas y se lanzaba sobre ellas y con ayuda de sus tentáculos las inmovilizaba. Les chupaba la sangre y las dejaba débiles, pero raras veces les provocaba la muerte, más tarde regresaba y se las comía.

Cuenta la leyenda que una vez se comió a alguien, a continuación bebió agua y durmió una siesta, al despertar, noto que tenía una indigestión, vomitó y la persona que se había comido aún estaba viva.

Por eso a los niños se les aconsejaba que no ofreciesen resistencia en caso de ser atacados, pues era más fácil sobrevivir si la criatura te tragaba.

Cuando te comía, aunque los expulsara, cada día  las víctimas menguaban un poco hasta tener la misma estatura que él, y empezaba a crecer pelo por todo el cuerpo, y poco a poco, se transformaban en criaturas peludas del bosque.

La historia de Yara-ma-yha-who se le contaba a los niños que se alejaban de las tribus, para hacerles coger miedo y así tenerlos controlados.

Fetus-Man

Aka-shita

El aka-shita (japonés: 赤舌, lengua roja) es un misterioso yokai que ilustró Toriyama Sekien en su Gazu hyakki yako (japonés: 画図百鬼夜行; Desfile nocturno ilustrado de los cien demonios). También aparece en los rollos ilustrados Bakemono-zukushi y Hyakkai zukan con el nombre akaguchi (japonés: 赤口; boca roja). Este ser se muestra en el cielo sobre una compuerta de agua; todo su cuerpo está oculto por una oscura nube y de él sólo se ve una de sus zarpas y su monstruosa y peluda cara con la boca siempre abierta.

La palabra aka (rojo) se pronuncia en japonés igual que otras dos: aquella empleada para el agua que se acumula en el fondo de las embarcaciones (japonés: 淦) y la que designa «suciedad» (japonés: 淦). Este juego de palabras podría relacionarse con el dicho que dice: «la lengua es la puerta de todos los males», por lo que el aka-shita, que siempre tiene la boca abierta mostrando su lengua, atrae todo tipo de males. Tal vez por eso Sekien lo dibujó sobre una compuerta de agua, queriendo indicar que si la compuerta se abre como la boca del Aka-shita, el agua fluirá como el mal.

Por otra parte, Shigeru Mizuki recoge en su Enciclopedia yokai que el nombre de este espíritu procede del Akashita-gami (dios de lengua roja) que se cita en las escrituras del camino del ying y el yang. En los apuntes de los calendarios se explica que este espíritu domina sobre los días llamados shakko (japonés: 赤口; boca roja), siendo estos días funestos para actos oficiales, pleitos o contratos, por lo que este yokai buscaría entorpecer este tipo de trámites. Otras teorías harían del akashita un espíritu protector del agua, elemento muy importante para el cultivo de arrozales, y se encargaría de castigar a aquellos que la derrochara o desviara su curso en beneficio propio en épocas de sequía.

Ilustración de Toriyama Sekien

Tengu

Los tengu (japonés: 天狗; perro celestial) son unos de los yokai más famosos y conocidos del folklore japonés, siendo adorados a veces como deidades de las montañas. Es posible que su nombre provenga de una criatura china conocida como tiangou (chino: 天狗). La presencia de estos seres está muy extendida en Japón, yendo desde la región de Tohoku hasta la isla de Kyushu, y es común encontrarse algún templo o enclave dedicado a su adoración en cualquier monte considerado sagrado por el shugendo. Las leyendas cuentan que habitan en las montañas, en lo alto de los árboles sugi; son enemigos de la fe budista; poseén grandes poderes mágicos; dominan el arte de la espada y son capaces de poseer a los humanos entre otras muchas habilidades. En la versión más tardía del Kujiki se menciona a una deidad femenina conocida como Amanozako (japonés: 天逆毎) nacida del esputo de Susanoo; más tarde, en el Tengu Meigikō se da a entender que esta diosa es la madre de los tengu y otros yokai pendencieros como el amanojaku.

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Doppelganger

Doppelgänger es el vocablo alemán para el doble fantasmagórico de una persona viva. La palabra proviene de doppel, que significa "doble", y gänger, traducida como "andante". Su forma más antigua, acuñada por el novelista Jean Paul en 1796, es Doppeltgänger, 'el que camina al lado' (Molina Foix: 10-11). El término se utiliza para designar a cualquier doble de una persona, comúnmente en referencia al "gemelo malvado" o al fenómeno de la bilocación.

También se utiliza la palabra para describir el fenómeno por el cual una persona puede ver su propia imagen por el rabillo del ojo.

Los Doppelgänger aparecen en varias obras literarias de ciencia ficción y fantasía, en las cuales son un tipo de metamorfo que imita a una persona o especie en particular por alguna razón, generalmente nefasta.

En las leyendas nórdica y germánica, ver el propio Doppelgänger es un augurio de muerte (Molina Foix 2007: 12). Un Doppelgänger visto por amigos o parientes de una persona puede a veces traer mala suerte, ser un mal augurio o una indicación de una enfermedad o un problema de salud inminentes. Según escribió el dramaturgo sueco Strindberg, El que ve a su doble es que va a morir (Lecouteux 1999: 8).

Los Doppelgänger del folclore no proyectan sombra y no se reflejan en espejos ni en el agua. Se supone que dan consejo a la persona que imitan, pero este consejo puede ser engañoso o malicioso. En raras ocasiones, también pueden inculcar ideas en la mente de la víctima o aparecerse a amigos y parientes, creando confusión.

Mario Praz (1988: 429) conecta con la figura del Doble otras populares en el folclore, como el Hombre Lobo o la muchacha hermosa que oculta en su interior una serpiente o demonio (Lamia). Claude Lecouteux explora estas y otras conexiones (hadas, brujas, hombres lobo) en su libro sobre la figura del Doble en la Edad Media (Lecouteux 1999).

Robert Dale Owen se encargó de poner por escrito el singular caso de Emilie Sagée. Él se enteró de esta anécdota por Julie von Güldenstubbe, una aristócrata letona. Von Güldenstubbe afirmaba haber visto en el año 1845-46, a la edad de 13 años, junto a un grupo de entre 13 y 42 niños, al doble de su maestra francesa de 32 años Sagée, a plena luz del día, dentro de su escuela (Pensionat von Neuwelcke). Las acciones del Doppelgänger de Sagée incluyeron:
  • Hacer como que escribía y comía, pero sin nada en las manos.
  • Moverse independientemente de Sagée, y permanecer quieto mientras ella se movía.
  • Aparentar estar en perfecta salud mientras Sagée se encontraba muy enferma.
  • Aparentemente también el Doppelgänger ofrecía resistencia al tacto, pero era incorpóreo (dos niñas pasaron a través de su cuerpo).

Ninfas

En la mitología griega, una ninfa es cualquier miembro de un gran grupo de espíritus femeninos de la naturaleza, a veces unidos a un lugar u orografía particular. Las ninfas solían acompañar a varios dioses y diosas, y eran con frecuencia el objetivo de sátiros lujuriosos.

Las ninfas son las personificaciones de las actividades creativas y alentadoras de la naturaleza. La palabra griega νύμφη significa ‘novia’ y ‘velado’ entre otras cosas; es decir, una mujer casada y, en general, una en edad casadera. Otros hacen referencia a esta palabra (y también a la latina nubere y a la alemana Knospe) como una raíz que expresa la idea de ‘crecer’ (según Hesiquio de Alejandría, uno de los significados de νύμφη es ‘capullo de rosa’). El hogar de las ninfas está en las montañas y arboledas, en los manantiales y ríos, en los valles y las frías grutas. Con frecuencia son el séquito de divinidades superiores: de Artemisa la cazadora, de Apolo el profeta, de Dioniso, dios del vino , y también de dioses rústicos como Pan y Hermes, dios mensajero y de los pastores.

Las ninfas griegas, tras la introducción de su culto en el Lacio, absorbieron gradualmente en sus categorías a las divinidades indígenas italianas de los manantiales y los cursos de agua (Juturna, Egeria, Cavmentis, Fonto), mientras que las Linfas (originalmente Lumpae) o diosas del agua italianas, debido a la similitud fortuita de su nombre, fueron identificadas con las ninfas griegas. Entre los romanos su esfera de influencia fue reducida, y aparecen casi exclusivamente como divinidades del medio acuático.

William-Adolphe Bouguereau- Ninfas y sátiro

Kitsune

La palabra kitsune (japonés: 狐) significa literalmente zorro, animal muy importante en el folklore y la mitología japonesa, donde suele aparecer como personaje recurrente en multitud de historias y leyendas. Al igual que ocurría con otros animales, como los gatos, los tanuki o los tejones, se creía que los zorros eran seres inteligentes con poderes sobrenaturales y, por lo tanto, eran tenidos por yokai pese a ser criaturas reales.

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Mensajeros de Inari

Una clase de zorros benévolos y divinos estaban ligados con Inari, deidad andrógina de la agricultura, la fertilidad y el arroz, siendo considerados como sus mensajeros. En Kitsune: Japan's fox of mystery, romance and humor, de Kiyoshi Nozaki, se cuenta cómo comenzó esta relación entre Inari y los kitsune. Según esta obra, al norte de Kioto, antigua capital de Japón, vivía una pareja de viejos zorros blancos en las cercanías del monte Funaoka. El zorro macho era de un blanco argénteo, como si estuviera cubierto de erizadas agujas de plata, y al andar siempre llevaba erguida la cola. La zorra, en cambio, tenía cabeza de ciervo sobre un cuerpo de zorro. Sus cinco cachorros les seguía allá donde fueran, y cada uno de ellos tenía una cara diferente.

Durante la era Konin (810-823), los dos zorros blancos, acompañados de sus cachorros, iniciaron un peregrinaje al santuario de Inari en Fushimi. Cuando llegaron al monte Inari-yama, donde estaba situado el templo, se postraron ante él y dijeron solemnemente: «¡Oh, gran Dios! Estamos dotados de manera natural con el don de la sabiduría pese a haber nacido animales. Ahora, sinceramente, deseamos hacer nuestra parte por la paz y la prosperidad del mundo. Sin embargo, no podemos realizar nuestro propósito. ¡Oh, gran Dios! Te rogamos desde lo más profundo de nuestro corazón para que, con tu gracia, nos permitas convertirnos en miembros de la casa que es tu templo y así ser capaces de realizar nuestro humilde deseo». Impresionado por la sinceridad con las que estas palabras fueron dichas, el altar sagrado del templo comenzó a temblar como si hubiera un terremoto. En ese momento, los zorros oyeron la solemne voz de Inari saliendo de detrás de la mampara de bambú: «Siempre nos esforzamos por llevar el favor divino de Buda a todos los hombres haciendo nuestro mejor esfuerzo. Vuestro deseo, zorros, es verdaderamente digno de devoción. Os permitiremos, a todos vosotros, quedaros aquí para servir en este templo para siempre. Esperamos que asistáis con simpatía a los adoradores y a la gente con fe. Te ordenamos, zorro, a servir en la parte superior del templo. Te damos el nombre de Osusuki. Y tú, zorra, servirás en la parte inferior del templo. Te daremos el nombre de Akomachi». Desde entonces, cada zorro, incluyendo a los cachorros, hicieron diez juramentos y comenzaron a cumplir los deseos y peticiones de todo el mundo. Aquellos que tenían fe en Inari y veían un zorro blanco, ya fuera en la vida real o en un sueño, consideraban este hecho como un medio de la deidad para comunicarse con ellos a través de sus mensajeros.

Una leyenda cuenta que a los zorros de los santuario de Inari se les conoce también como myobu (japonés: 命婦) debido a una cortesana del emperador Ichijo. Esta doncella, llamada Shin-no-Myobu, ostentaba un cargo de la corte designado como myobu. Era una gran devota de Inari y fue a su santuario en Fushimi para confinarse durante siente días para rezar. Al completar su adoración, se ganó el corazón del Mikado y se convirtió en su consorte. Ella atribuyó su suerte a los zorros blancos guardianes del templo y por eso recibieron el nombre de myobu.

Estos zorros sagrados y sirvientes de Inari no tenían nada que ver con los kitsunes silvestres, conocidos también como nogitsune o yako (japonés: 野狐; zorros salvajes), que se dedicaban a engañar o poseer a la gente. Precisamente, una de las funciones del templo de Inari de Fushimi consistía en purgar o castigar a los nogitsune.

Inari, con uno de sus zorros a sus pies,
se presenta ante un guerrero
Utagawa Kuniyoshi
Varios kitsune rodean a Inari mientras asiste al herrero
Munechika para forjar la espada Kogitsune-maru
Utagawa Kuniyoshi

Tamamo-no-mae

Quizás, la kitsune más famosa y malvada que existió fue la que acabó siendo conocida como Tamamo-no-mae. En tiempos remotos, cuando el mundo era como un océano cenagoso que formaba un confuso caos, emergió una nube siniestra que, al materializarse, dio origen a una zorra sobrenatural. Con el tiempo aumentaron sus poderes mágicos, se volvió inmortal, su pelaje se volvió dorado y su cola se dividió en nueve, por esto también se le conoce como kyubi no kitsune (japonés: 九尾の狐; zorro de nueve colas) en Japón y Huli Jing en China. Aquella zorra llegó a la antigua China en los tiempos de la dinastía Shang, donde adoptó la identidad de Daji, la concubina favorita del último rey de los Shang. Influenciando al rey, llevó al país a una época de terror hasta que una rebelión acabó con su dinastía

Debido a la rebelión, la zorra migró a Magadha, antiguo reino de la India, donde se hacía llamar dama Kayo y se convirtió en la esposa del rey Kalmashapada, conocido en Japón como Hanzoku. Usando su belleza y sus encantos, dominó al rey y le hizo cometer acciones terribles, como devorar niños, asesinar sacerdotes y otros horrores. Al final, ya fuera porque se quedó sin niños de los que alimentarse o porque Hanzoku le dio la espalda al volverse budista, se marchó de la India y fue vagando por Asia.

Después de causar más incidentes en China, consiguió embarcarse en una nave que se dirigía a Japón transformada en una delicada muchacha. Una vez en el país nipón, llegó hasta el palacio imperial, donde recibió el nombre de Tamamo-no-mae y se convirtió en la cortesana más querida del emperador Toba por su belleza y sabiduría. Tras hacerla su consorte, Tamamo-no-mae fue haciendo enfermar al Emperador poco a poco para hacerse con el trono. Por suerte, fue descubierta por el celebre exorcista Abe no Yasunari y ésta escapó de palacio. Para acabar de una vez por todas con ella, el Emperador mandó a llamar a sus mejores hombres, Kazusa-no-suke y Miura-no-suke, que, junto a un ejercito de ochocientos soldados, consiguieron acabar con ella con sus flechas en la llanura de Nasuno, en la actual prefectura de Tochigi. Su espíritu se convirtió en la roca llamada sessho-seki (japonés: 殺生石; piedra que acaba con la vida), que mataba todo aquello que la tocara, pero cuentan que fue exorcizada y destruida por el sacerdote budista Gennō en el siglo XIV.

Hanzoku aterrorizado ante la forma
original de la dama Kayo - Utagawa Kuniyoshi
Kazusa-no-suke matando al
zorro de nueve colas - Utagawa Kuniyoshi

Habilidad de transformación

La capacidad de transformarse y de cambiar de aspecto era una de las principales habilidades mágicas que poseían los kitsune. Gracias a esto, podemos encontrar numerosos cuentos en los que un zorro se transforma en humano para gastar bromas, ponerse a salvo, robar comida o incluso para satisfacer sus necesidades sexuales, apareciéndose como una hermosa mujer que poco a poco va drenándole las energías a su víctima como una especie de súcubo, tal y como fue el caso de Tamamo-no-mae. Además, no sólo podían transformarse en humanos: un kitsune se transformó una vez en un cedro gigante. Nakadayu, sobrino del sacerdote del santuario Kasuga en Nara, y su sirviente, vieron este cedro salido de la nada mientras recogían pasto para sus caballos. Sospechando que podía tratarse de la obra de algún espíritu, decidieron dispararle con sus arcos. En cuanto las flechas llegaron al cedro, éste desapareció. Al acercarse a inspeccionar el lugar, encontraron un zorro moribundo con dos flechas clavadas en el costado.

El método con el que los zorros pueden transformarse cambia según la versión. Toriyama Sekien recogió en su Gazu hyakki tsurezure-bukuro la historia de un zorro de tres mil años que se puso unas hojas sobre la cabeza, hizo una reverencia a la constelación de la Osa Mayor y se transformó en una bella mujer. Shigeru Mizuki, por su parte, menciona en su Enciclopedia Yokai que en el Yuyo zasso, unos textos de la dinastía Tang, aparecía el caso de un zorro que tenía que ponerse una calavera sobre la cabeza y hacer una reverencia a la estrella polar. Si la calavera no se caía al inclinarse, la transformación se realizaba con éxito. A esta capacidad de transmutarse se le conocía como bake no kawa goromo, lo que significa literalmente «disfraz de fantasma». Eso sí, a veces podían ser descubiertos porque su sombra o su reflejo, aunque tuvieran forma humana, seguía siendo de zorro, así lo dice Lafcadio Hearn en su Glimpses of Unfamiliar Japan.

Un ejemplo totalmente contrario al de Tamamo-no-mae, que manipulaba y enfermaba a sus amantes, sería el de la leyenda de Kuzunoha, en la que un kitsune blanco fue salvado de un cazador por el onmyōji Abe no Yasuna, gran seguidor de Inari. Yasuma recibió una paliza por esto y fue abandonado en el bosque, pero una hermosa mujer llamada Kuzunoha se presentó ante él y lo cuidó. Con el tiempo, se enamoraron, se casaron y hasta tuvieron un hijo al que llamaron Abe no Seimei. Desgraciadamente, cuando su hijo tenía cinco años, vio por accidente la verdadera forma de su madre y ésta tuvo que abandonar su hogar. Antes de partir, les dejó un poema en el que les indicaba que podían volver a verla en el bosque de Shinoda, donde les entregó a su marido y a su hijo una bola de cristal y una caja dorada como regalos de despedida. Con el tiempo, Abe no Seimei acabó convirtiéndose en uno de los onmyōji más poderosos gracias a los regalos de su madre, por su linaje yokai y por el entrenamiento de su padre.

Es famosa una historia contada por Shigeru Mizuki y situada en Kai, actual prefectura de Yamanashi, en las faldas del monte Yumeyama, donde vivía un cazador llamado Yasaku que se dedicaba al comercio de pieles de zorro. Una vieja zorra que vivía en ese mismo monte lo odiaba porque siempre mataba a sus crías. Cerca de allí había un templo budista llamada Hotoji, y Hakuzosu, el monje encargado de él, era el tío del cazador. La zorra se transformó en él y le dijo a Yasaku que no estaba bien matar seres vivos, y con este consejo le entregó una bolsa de monedas a cambio de sus trampas. Cuando se le acabó el dinero y ya no tenía con qué ganarse la vida, Yasaku pensó en volver al templo a pedirle consejo a su tío. Al oír esto, la zorra acudió corriendo al templo y mató a Hakuzosu para suplantarlo y no preocuparse más por el cazador. Transformada en él, la zorra cuidó del templo durante cincuenta años hasta que un día, mientras contemplaba las flores de cerezo, dos perros, acérrimos enemigos de lo zorros, descubrieron su identidad y la mataron a mordiscos, desvelándose así su auténtica apariencia. Desde entonces se les llama hakuzosu a los kitsunes que se transforman en monjes o sacerdotes.

A veces la transformación en humano era incompleta o podía fallar si el kitsune se desconcentraba o era sorprendido. Un ejemplo de esto sería el kitsune que se hacía llamar Koan en la obra Teisei Kidan. Vivía en la provincia de Kozuke y se hacía pasar por un anciano que predicaba el budismo. Afirmaba que tenía ciento treinta años y daba predicciones y sellos escritos de su puño y letra. Una noche, mientras se alojaba en la casa de un vecino, le ofrecieron darse un buen baño, pero en el mismo instante en el que metió un pie en la bañera gritó sobresaltado por el agua tan caliente. Cuando acudieron a ver qué había ocurrido, se encontraron a Koan con cola y el cuerpo cubierto de pelo. Tras ser visto así, huyó del lugar transformado totalmente en zorro.

La identidad de Kuzunoha es descubierta
por su hijo - Tsukioka Yoshitoshi
Kitsune disfrazado del monje Hakuzosu
Tsukioka Yoshitoshi

Guerra con los Tanuki

Los kitsune y los tanuki compiten en el folklore japonés para ver cuál de los dos tiene mejores poderes de transformación. En aquellas historias donde se han enfrentado estos dos animales, siempre salen victoriosos los tanuki. La isla de Shikoku está fuertemente protegida por los perro mapache y no permiten que los kitsunes pongan un pie en ella. Lo mismo ocurría en la isla de Sado, donde regía entre los tanuki uno conocido como Danzaburo. Al saber de esto, un kitsune muy hábil en el arte de la transformación lo retó cuando se topó con él durante una peregrinación. Danzaburo comenzó a vanagloriarse de que podía transformarse, no sólo en una persona, si no en todo el cortejo de un señor feudal. El kitsune, receloso, le pidió que lo hiciera para comprobarlo y, en el acto, el tanuki desapareció para dejar paso a todo un cortejo que apareció por el camino. El kitsune se quedó asombrado y se acercó al cortejo para admirar lo realista que parecía, pero fue capturado por un grupo de samuráis porque, realmente, se trataba del cortejo de un señor feudal. Danzaburo se había reído del zorro y todos los enfrentamientos posteriores que tuvo los ganó de manera similar, quedando siempre invicto.

Dueños de un zorro

Pese a ser animales traviesos, e incluso maléficos, en ocasiones entablaban amistad con los humanos, ya fuera como muestra de gratitud o por ser domesticados. Aquellos que contaban con la protección y la ayuda de un kitsune eran conocidos como kitsune-mochi (japonés: 狐持ち, dueño/poseedor de zorro), y podían emplear sus poderes para prosperar y ganar riqueza o para arruinar a sus enemigos. Eso sí, era importante honrar y cuidar al kitsune adecuadamente, porque de lo contrario podría llevar la ruina a sus poseedores.

Shigeru Mizuki recogió una historia titulada Baba-kitsune en la que una anciana de Iwami, en la prefectura de Shimane, compró muchísimos años atrás un zorro a otra familia, como si de un familiar se tratase. La vieja le tenía mucho cariño y lo cuidaba muy bien, pero también era extremadamente celosa. Cuando oía que sus vecinos habían tenido una cosecha abundante, enviaba a su kitsune para que los molestara y no parara hasta que le dieran una ofrenda. Como no podían deshacerse del zorro ni con rezos ni exorcismos, acababan cediendo ante el chantaje de la anciana. Sólo los familiares de la mujer, que se avergonzaban de su comportamiento y estaban cansados de su actitud, consiguieron un conjuro para mantener al kitsune encerrado en casa y que no saliera a hacer de las suyas, pero el encantamiento no duraba mucho y debían repetirlo cada cierto tiempo.

Existía también un tipo de zorro muy pequeño y diminuto, casi como una comadreja o un ratón de color marrón o negro, que era conocido como kuda-kitsune, kudagitsune (japonés: 管狐; zorro de tubo) o kudasho. Se creía que los monjes yamabushi de la montaña Omine recibían uno de sus superiores cuando finalizaban con éxito su formación. Podían guardar estos pequeños zorros en una manga, un bolsillo o en un tubo, de ahí recibían su nombre. Al domesticar uno, se mantenía siempre junto a su amo aunque éste intentara abandonarlo, pero cuando moría su dueño, se volvían silvestres y se comportaban como kitsunes normales y corrientes. A veces se alojaban en casas por voluntad propia y sus dueños pasaban a ser llamados kuda-mochi (japonés: dueño de zorro del tubo). Éstos podían utilizar sus poderes para ganar fortuna, ya fuera diciendo el porvenir o enviándolo contra sus enemigos o los enemigos de sus clientes. La casa donde se instalan prospera si son bien atendidos, pero si no, enseguida cae en decadencia, lo cual era fácil en algunas ocasiones, porque cuando una mujer de una familia kitsune-mochi se casaba y se marchaba de casa para instalarse en la de su marido, el nogitsune le seguía con toda su familia, que contaba siempre con setenta y cinco miembros que debían ser cuidados. Por esto, las demás familias y vecinos procuraban no tener trato con los que poseían un zorro.

Enfrentamiento entre tanukis y kitsunes - Shigeru Mizuki

Posesiones

Los kitsune también contaban con la habilidad de poseer seres humanos y a este acto se le conocía como kitsune-tsuki (japonés: 狐憑き; posesión de zorro). A veces realizan estos actos para comunicarse a través de la persona poseída, pero normalmente lo hacían para castigar a los que hubieran hecho alguna afrenta contra ellos, como haber matado a uno de los suyos. A los zorros les era más sencillo poseer a gente débil, por eso sus víctimas solían ser mujeres y no hombres jóvenes y luchadores. Los poseídos mostraban comportamientos erráticos: salían a correr desnudos por la calle, escupían espuma por la boca, aullaban como zorros, si las víctimas eran analfabetas, de repente podían leer y escribir; mostraban cambios en el apetito, perdiéndolo o demandando sólo comida atribuida a los zorros, como tofu, abuurage o judías rojas; etc. Pese a ser invisible, la sombra del zorro aún se veía reflejada en el agua, por eso los poseídos por uno evitaban los ríos o los pozos.

Estas posesiones normalmente se le atribuían al pequeño kudagitsune, que se introducía en los humanos metiéndose por debajo de las uñas. Para expulsarlo, a veces bastaba con un exorcismo en el que el sacerdote le comunicaba al zorro, con argumentos religiosos, lo mal que se estaba comportando, y éste accedía a marcharse a cambio de comida que debía colocarse donde él estipulara. Otras veces se encontraba en la víctima un bulto que se movía, por lo que se procedía a anudar los dedos de manos y pies del poseído para que el espíritu animal no pudiera escapar por sus uñas. Luego, se intentaba arrinconar al bulto hasta que no tuviera escapatoria y se procedía a realizar un corte en dicha parte. Según Shigeru Mizuki, de la herida abierta saldría una bola de pelo, que se trataría de la energía espiritual del zorro, pero Lafcadio Hearn da otra versión en la que el bulto se escurre siempre por debajo de cualquier mano que lo apriete. Cuando no se disponía de un templo o sacerdote para realizar un exorcismo, la gente recorría a amenazar al zorro o golpear directamente a la víctima para que abandonase su cuerpo. Se creía que los que comían carne de zorro, en concreto de su lengua, se mantenían a salvo de ser poseídos o de caer en sus ilusiones. Finalmente, los que se recuperaban con éxito de una posesión acababan aborreciendo la comida de los zorros y ya nunca más vuelven a probarla.

Otros hechos de los kitsune

A parte de casarse con humanos, como se ha visto en el caso de Kuzunoha, los zorros también se casaban entre sí y, cuando esto sucedía, se daba el extraño fenómeno de que llovía haciendo sol. Las nupcias de los zorros (japonés: 狐の嫁入り; kitsune no yomeiri) contaban con grandes cortejos que, vistos de lejos, parecían portar cientos de farolillos para alumbrar la procesión. Si uno se acerca y observa en silencio, se dará cuenta de que esas luces en realidad provienen de los kitsune-bi (japonés: 狐火; fuego de zorro), unos siniestros fuegos que los zorros producían ya fuera exhalándolos por la boca, mediante la fricción de sus colas o entrechocando huesos o piedras como el jade. Los kitsune no producían estas extrañas llamas sólo durante los cortejos nupciales. Era común que, en las noches cerradas de invierno, grandes grupos de zorros se juntaran para crear estas llamas, produciendo una escena realmente espeluznante.

Para finalizar, existen algunos relatos en los que aparece una posesión muy preciada para los zorros, una pequeña y brillante esfera blanquecina conocida como hoshi no tama. En el Konjaku Monogatari se cuenta el caso de una mujer que estaba poseída por un zorro. El kitsune afirmó que no quería hacer ningún mal, que sólo se había introducido en el cuerpo de la mujer para comer a través de ella. Entonces sacó una pequeña esfera con la que se puso a jugar lanzándola al aire. Un joven samurái que se encontraba entre los presentes atrapó la esfera mientras estaba en el aire y, ante esto, la mujer poseída le gritó entre lágrimas que se la devolviera inmediatamente, que era inútil para él porque no sabía usarla, pero que era indispensable para ella. Si se la negaba, le juró que lanzaría una maldición contra él, pero si tenía la buena voluntad de devolvérsela, le serviría como espíritu guardián. Ante este juramento, el samurái aceptó el trato y se la devolvió. Tal y como le prometió el kitsune, siguió al samurái durante sus viajes y lo salvó de caer en la emboscada de unos ladrones.

En el Unkon-shi podemos encontrar una historia parecida. En esta leyenda, el sacerdote del templo Chikurin-in, en la provincia de Omi, observaba cómo unos kitsunes jugaban entre ellos hasta que se percató de que empezaron a crear una pequeña esfera brillante. Los samuráis que custodiaban el templo le gritaron a los zorros para espantarlos, pero en su huida dejaron caer la esfera. Creyendo que se trataría de un tesoro importante, los samuráis se quedaron con ella. Esa noche, alguien llamó a la puerta del sacerdote y unas vocecillas le imploraban por favor que les devolvieran la esfera. Esto se repitió varias noches seguidas hasta que consiguió que los samurais devolvieran la esfera con severas amenazas. Años más tarde, cuando ese sacerdote estaba en su lecho de muerte, recibió la inesperada visita de su hermano, que se encontraba en la lejana provincia del este de Mutsu. Al parecer, los zorros le agradecieron al sacerdote su buena obra avisando a sus familiares para que pudieran despedirse de él.

Kitsune-bi en Cien famosas vistas de Edo - Utagawa Hiroshige

Sun Wukong

Sun Wukong, (en chino tradicional: 孫悟空 simplificado: 孙悟空 pinyin: Sūn Wùkōng; Wade-Giles: Sun Wu-k'ung; también surn vukorn), el Rey Mono, es tal vez el personaje ficticio más famoso y amado de toda la literatura china. Mago, sacerdote, juez, sabio y guerrero en la forma de un mono, es el travieso protagonista de Viaje al Oeste, basado en las historias populares que se remontan a la dinastía Tang. La novela, que narra su existencia desde su nacimiento, se dedica particularmente en cómo acompañó al monje Xuanzang, también conocido como Sanzang o Tangseng, para recuperar los sutras budistas de la India. Algunos eruditos creen que está basado en la leyenda de Hánuman, el héroe mono hindú del libro épico Ramayana.

Sun Wukong posee una fuerza increíble, tiene la facultad de levantar su Ruyi Jingu Bang de 13.500 jīn (8,100 kg) con facilidad. Puede moverse a gran velocidad, atravesando 108,000 li (54000 kilómetros) de un solo salto. Sun conoce 72 transformaciones, lo que le permite transmutarse en distintos animales y objetos. Sin embargo, se le muestra teniendo leves problemas al transformarse en otras personas, ya que no logra completar la transformación de su cola. Es un virtuoso luchador, capaz de darles la batalla a los mejores generales del Cielo. Cada uno de sus vellos posee propiedades mágicas, de manera que puede transformarlos en clones, armas, animales u otros objetos. También sabe varios hechizos para dirigir el viento, separar el agua, conjurar círculos protectores contra demonios, congelar hombres, demonios y deidades, por nombrar algunos. A diferencia de la mayoría de los dioses, Sun Wukong ganó su inmortalidad combatiendo por Cielo y Tierra.

Sun Wokung nació de una piedra mítica formada de las fuerzas primarias del Caos, localizada en Huāguǒ-shān (Chino: 花果山;Montaña de las Flores y la Fruta). Después de unirse a un clan de monos, se ganó el respeto del clan al descubrir la Shuǐlián-dòng (Chino: 水帘洞;la Cueva de la Cortina de Agua) detrás de una enorme catarata. El clan hizo del lugar su nuevo hogar. Los otros monos lo honraron como su rey, y él se llamó a sí mismo Měi Hóuwáng (El apuesto rey Mono). No obstante, su mejor amigo, ya viejo, se desplomo muerto en el risco de una montaña, entonces el rey mono comprendió que él también, con el tiempo, iba a morir y que pese a su poder sobre los monos, era simplemente igual que ellos, no estaba más allá de la mortalidad. Decidido a hallar la inmortalidad, viajó en una balsa hasta tierras civilizadas, donde encontró al maestro budista/taoísta Bodhi, se convirtió en su discípulo. Así, aprendió el don de la palabra y las costumbres humanas. Bodhi al principio se mostraba reticente a acogerlo porque no era humano, pero la determinación y la perseverancia del mono impresionaron al maestro. Fue de este de quien el mono recibió su nombre oficial Sun Wukong (“Sun” hace alusión a su origen como mono, y “Wukong” significa “consciente del vacío”). Pronto, su avidez e inteligencia le hicieron uno de los discípulos favoritos del maestro, quien le enseñó ciertas artes mágicas. Adquirió los poderes de la transmutación, conocida como las “72 transformaciones”, supuestamente el más versátil y difícil conjunto de habilidades que le permitían transformarse en cualquier forma de existencia, incluyendo personas y objetos. También aprendió acerca del “Viaje por Nubes”, incluyendo una técnica llamada el Jīndǒuyún (Salto a las Nubes), que cubre 108,000 li (54,000 km) de un brinco. Por último, podía transformar cada uno de sus 84,000 vellos de su cuerpo en objetos inanimados y seres vivientes, o incluso en clones de sí mismo. Sun Wukong estuvo orgulloso de sus destrezas, y comenzó a alardear frente a los otros discípulos. Bodhi se enojó, y lo echó de su templo. Antes de tomar caminos distintos, Bodhi le hizo prometer a Wukong que nunca le dijera a nadie cómo había adquirido sus poderes.

De regreso a Huāguǒ-shān, Wukong se definió a sí mismo como uno de los más poderosos e influyentes demonios del mundo. En búsqueda de un arma digna de él, Sun Wukong viajó a los océanos, donde obtuvo el “El Báculo Dorado Cómo-Uno-Desee”, conocido como Ruyi Jingu Bang (también conocido como Lork bong Jin Jan en jemer), el cual podía cambiar de tamaño, multiplicarse, y luchar de acuerdo a los caprichos de su maestro. Fue originalmente usado por Yu el Grande para medir la profundidad del océano y después se convirtió en el “Pilar que pacifica los Océanos”, un tesoro de Ao Guang, el “Rey Dragón de los Mares Orientales”. Pesaba 13,500 jīn (8,100 kg). Una vez que Wukong estuvo cerca, el pilar comenzó a brillar, queriendo decir que por fin había hallado a su verdadero maestro. Su versatilidad significa que Wukong podría usarlo como báculo y mantenerlo dentro de su oreja como una aguja. Lo anterior ocasionó mucho temor a los seres mágicos del mar y puso al mismo mar en completa confusión, ya que nada excepto el pilar podía controlar el ir y venir de la marea. Además de tomar el báculo mágico, Wukong también derrotó en batalla a los dragones de los cuatro mares y los obligó a entregarle sus mejores armaduras mágicas: una cota de mallas dorada (鎖子黃金甲), un gorro hecho con plumas de fénix (鳳翅紫金冠 Fèngchìzǐjinguān), y unas botas especiales para caminar por las nubes (藕絲步雲履 Ǒusībùyúnlǚ). Sun Wukong entonces desafió a las deidades del Infierno en su intento de llevarse su alma. En lugar de reencarnar como los demás seres vivos, él no solamente tachó su nombre del “Libro de la Vida y la Muerte”, sino que también raspó los nombres de todos los monos. Los Reyes Dragón y los Reyes del Infierno decidieron reportarlo ante el Emperador de Jade.


Con la esperanza que una promoción y un título lo harían más dócil, el Emperador de Jade invitó a Sun Wukong al Reino Celestial. Sin embargo, esto probó ser en vano. Después que el Emperador de Jade lo excluyó de un banquete real, como acto de rebelión Sun Wukong comió los Melocotones de Inmortalidad de la Emperatriz y las Píldoras de Indestructibilidad del Señor Laozi. Posteriormente se sintió culpable por ello, pero sólo ligeramente, así que siguió siendo un dolor de cabeza para todos en el Cielo. Finalmente, las autoridades celestiales no tuvieron más opción que tratar de subyugarlo.

Él peleó contra el Ejército Celestial de 100.000 soldados y lo venció, después fue a derrotar a los Cuatro Reyes Celestiales, Erlang Shen y Nezha. Eventualmente, gracias al trabajo en equipo de las fuerzas celestiales, incluyendo la ayuda de muchas deidades famosas, Sun Wukong fue capturado finalmente. Después de que varios intentos de ejecución mortal fallaron, Wukong fue encerrado en el Caldero de 8 Trigramas para ser destilado en un elíxir por las llamas sagradas del Caldero, las cuales se creyeron lo suficientemente calientes para consumirlo. Sin embargo, después de 49 días de cocción el Caldero explotó y Sun Wukong saltó más fuerte que nunca y con la habilidad de "ver" la maldad en cualquier forma que esté a través de sus "Huo Yan Jin Jing", (Ojos Dorados Fieros).


Habiendo agotado todas las opciones, el Emperador de Jade y las autoridades del Cielo finalmente apelaron a Buda mismo, quien llegó en un instante desde su templo en el Oeste. Buda apostó a Sun Wukong que no podría escapar de la palma de su mano. Wukong, sabiendo que era capaz de cubrir ciento ocho mil millas en un solo salto, confiadamente aceptó la apuesta. Dio un gran salto y aterrizó en una sección desolada del Cielo. Nada había en el horizonte a excepción de cinco pilares por lo que Wukong asumió haber llegado a los límites del Cielo. Para probar que él estuvo ahí, escribió "El Gran Sabio, Sosia del cielo estuvo aquí" en el medio del pilar y marcó el espacio entre el primer y segundo pilar con su orina. Después saltó de regreso y aterrizó sobre la palma de Buda. Sonriendo, Buda le sugirió que se girara. Wukong lo hizo y vio que el "pilar" sobre el cual había escrito era un dedo de Buda. Wukong había perdido. Inmediatamente trató de escapar pero Buda giró su palma e hizo caer al Rey Mono bajo una montaña. Ahí estuvo prisionero por cinco siglos hasta que se ofreció para servir a Tangseng/Xuanzhang, el Monje Tang, quien estaba destinado a hacer una viaje al Oeste para recuperar las escrituras budistas para China. La bodhisattva Guanyin ayudó al sacerdote dándole una banda para la cabeza la cual engañó al Rey Mono para que la usara. Con un canto especial, Sanzang podía ajustar la banda causando al Rey Mono un dolor insoportable, por lo cual éste nunca haría nada para desobedecerlo o disgustarlo. Bajo la supervisión de Sanzang, el Rey Mono fue autorizado a viajar al Oeste. A su llegada, Wukong se convirtió en Buda junto con Sanzang, Wujing y el Príncipe Dragón.

Durante el resto de la historia, Sun Wukong ayuda fielmente a Sanzang el Alto Sacerdote Tang en su viaje a la India para recuperar los sutras budistas. Se les une un cerdo (Zhu Bajie) y el Monje de Arena (Sha Hesang/Sha Wujing), a los que se les ordena seguir al sacerdote para redimir sus crímenes. El caballo del sacerdote también es una entidad sobrenatural, un príncipe dragón que fue vencido por Sun Wukong y domado por Guanyin. Sin embargo, los demás personajes ignoran este hecho. Debido a la leyenda de que el sacerdote Tang es tan puro que cualquiera que lo coma se vuelve inmortal, la seguridad de Sanzang es amenazada constantemente por seres sobrenaturales, así que Wukong actúa frecuentemente como guardaespaldas. El grupo se enfrenta a una serie de 81 conflictos antes de regresar a salvo al Imperio Tang con el tesoro de las escrituras budistas.

Y sí, por si te lo estabas planteando, Son Goku está basado en Sun Wukong. Además os dejo el trailer de The Monkey King: The Legend Begins una nueva adaptación de éste personaje y que correrá a cargo del director Pou-Soi Cheang (Dog Bite Dog, Accident) y del guionista de Ip Man, Edmond Wong.


Aka Allghoi khorhoi

El Aka Allghoi Khorhoi es una criatura mitológica y proveniente del desierto de Gobi, en Mongolia.

La peculiaridad de esta criatura es que podría rociar a sus víctimas con ácido, el cual causaría la muerte de éstas. También se dice que sería capaz de producir descargas eléctricas.

En la criptozoología, suele describirse como un gusano largo y fino de tres o cuatro pies de longitud, y que habría sido visto por primera vez en 1926 en el desierto de Gobi, Mongolia. Se dice que hiberna durante todo el año salvo en verano.

El estadounidense Roy Chapman Andrews, del Museo Americano de Historia Natural, que, entre 1922 y 1930, lideró varias expediciones pioneras al Gobi . En su obra "La reconquista de Asia central" (1932), Andrews no sólo nos dejó una vívida descripción de los pintorescos paisajes del gran desierto mongol "donde los acantilados son como castillos medievales con agujas y torretas que bajo el sol del atardecer adquieren maravillosos tonos de rojo ladrillo", sino que además tuvo tiempo de documentar las creencias de sus habitantes. De este modo, se convirtió en el primer occidental en divulgar las historias de los pastores nomadas del Gobi acerca del temible Olghoï-Khorkhoï, un vocablo que quiere decir "gusano-intestino", una enigmática criatura capaz de fulminar con su potente veneno a cualquier ser viviente: "Se trata probablemente de un animal mítico, aunque puede ser que haya algo de cierto en lo que me cuentan, ya que todos los mongoles del norte del país creen en su existencia y lo describen prácticamente igual.

Mide alrededor de 60 centímetros, posee un cuerpo en forma de salchicha y no tiene ni cabeza, ni patas; es tan venenoso que tocarlo significa la muerte instantánea. Se dice que habita en las regiones arenosas más secas del desierto occidental.

Por su parte, el checo Ivan Mackerle, dirigió una expedición al desierto del Gobi en 1990. Durante su viaje recogió testimonios muy similares acerca del gusano-intestino. Un pastor mongol le dijo que "se parece mucho al intestino de una vaca, su piel es de color rojo sanguinolento y resulta difícil distinguir la cabeza de la cola ya que no posee ni ojos, ni nariz, ni boca visibles". Añadió también que " la criatura se desplaza de un modo extraño, bien rodando, bien arqueando el cuerpo hacia los lados y que se siente atraída por los objetos de color amarillo". Otro testigo, Yanjindgin Mahgaljav, aseguró haber visto como el gusano-intestino mató una manada entera de camellos al sur de Nyon en los años 60. 

Aix

Aix es una cabra mitológica que dio la leche para amamantar a Zeus mientras éste estaba escondido en Creta. En algunas leyendas se confunde a la misma ninfa Amaltea, nodriza de Zeus, con la cabra Aix.

Un día la cabra se rompió uno de sus cuernos, que Amaltea llenó con flores y frutas antes de llevárselo a Zeus, quien lo subió entre las estrellas junto con la cabra, convirtiéndose ésta en la constelación Capricornio. El cuerno fue desde entonces llamado cornucopia. De acuerdo con otra historia, fue el mismo Zeus quien rompió accidentalmente el cuerno y se lo dio a Amaltea, prometiéndole que le proporcionaría en abundancia todo lo que deseara. Amaltea se lo entregó a Aqueloo para usarlo como trueque y recuperar su propio cuerno, que se había roto en la disputa con Heracles por la posesión de Deyanira. Según la mitología clásica, los dueños del cuerno fueron muchos y variados. En general, se le consideraba símbolo de riquezas inacabables y abundancia, y se convirtió en atributo de varias divinidades (Hades, Gea, Deméter, Cibeles, Hermes), y de los ríos (el Nilo) como fertilizantes de la tierra.

En algunas versiones, a la muerte de la cabra, Zeus habría tomado su piel para vestirse con ella, convirtiéndola en la égida (αἰγίς; aigis ‘piel de cabra’).

Jacob Jordaens - Infancia de Zeus

Akaname

El akaname (japonés: 垢嘗; lame suciedad) es un yokai del folklore nipón. Tiene el aspecto de un pequeño humanoide con una larga lengua. No es peligroso en ninguna manera, ya que se limita a colarse por las noches en los baños cuando no hay nadie para lamer la suciedad del suelo y las tinas. Su presencia, al igual que la del Keukegen, es una llamada de atención a los habitantes de una vivienda para que limpien con mayor asiduidad.

Ilustración de Shigeru Mizuki