Aim

Aim, también conocido como Aym o Haborym en el Pseudomonarchia Daemonum y el Diccionario infernal, es el vigésimo tercer demonio nombrado en el Ars Goetia. Es un gran y fuerte duque del infierno. Aparece con el cuerpo de un apuesto hombre pero con tres cabezas: la primera de serpiente; la segunda de un hombre con dos estrellas en la frente y la tercera de ternero, aunque tanto en el Diccionario infernal como en el Pseudomonarchia Daemonum se dice que la tercera es de gato. Monta sobre una serpiente y lleva un tea con la que incendia ciudades, castillos y grandes palacios. Hace a los hombres sabios de todas las maneras posibles y responde con sinceridad sobre asuntos secretos. Se debe usar su sello durante su invocación y rige veintiséis legiones de demonios.

Aim en la edición ilustrada del Diccionario Infernal - Louis le Breton

Ahuízotl

Ahuízotl, en la mitología azteca, es un monstruo acuático de tamaño y forma similar a la de un perro pero con manos y pies de mono, orejas puntiagudas y cubierto de pelaje gris oscuro de aspecto resbaladizo, similar al hule que, fuera del agua una vez mojado se apelmazaba en mechones que parecen espinas, por los que el ahuízotl recibe su nombre: en náhuatl a (tl) significa "agua" y huiz (tli) "espina". Disponía también de una cola larguísima rematada con una mano con la que atrapaba a todo aquel que se acercara a las charcas y cursos de agua donde habitaba y lo ahogaba.

El ataque del ahuízotl, que estaba al servicio de las divinidades de la lluvia, suponía que los dioses habían elegido a la víctima y sus almas eran portadas al paraíso. Los cuerpos de los infortunados, que sólo podían ser tocados por sacerdotes debido al interés de los dioses por sus almas, siempre aparecían a los tres días del ahogamiento y a todos ellos, la bestia les había arrancado los ojos, las uñas y los dientes en el interior de su gruta subacuática. Generalmente, el ahuízotl atraía a los humanos, especialmente a los pescadores, llorando como un bebé desde las orillas y a veces provocaba remolinos que expulsaban fuera del agua peces y ranas.

NorthWing

Ahool

El ahool es un ser volador críptico, un murciélago legendario gigantesco, o según otras fuente, un pterosaurio.

Se dice que el ahool vive en las selvas más profundas de Java. Es descrito como un animal con una cabeza similar a la de un mono, con grandes ojos oscuros, garras en sus antebrazos, aproximadamente del tamaño de un infante, y un cuerpo cubierto de piel cana. Posiblemente la mayor parte de intriga y el rasgo más asombroso de este ser es que se dice que tiene una envergadura de 3 m. Casi el doble de grande que el murciélago conocido más grande del mundo, el zorro volador.

Agares

Agares es un demonio mencionado en diferentes grimorios y textos de ocultismo. En el Ars Goetia y el Pseudomonarchia daemonum de Weyer se dice que Agares, también llamado Agreas, es el primer duque que está bajo el poder del este, aparece bajo la forma de un apacible anciano, monta un cocodrilo y lleva un azor en la muñeca. Hace que los que corren se detengan y que los prófugos regresen, enseña todas las lenguas de inmediato, destruye noblezas espirituales o materiales y provoca temblores de tierra. Pertenecía al coro de las Virtudes y tiene bajo su mando treinta y un legiones de espíritus, además de que se debe usar su sello como pantáculo cuando sea llamado.

En el Diccionario infernal de Collin de Plancy, Agares es un gran duque de la región este del infierno y lo describe de igual manera que en el Ars Goetia. Hace que los desertores del bando que él protege vuelvan a sus puestos y hace huir a los enemigos. Concede honores, enseña todas las lenguas y hace que «los espíritus de la tierra dancen» (provoca terremotos).

En el Grand Grimoire, un antiguo libro en el que se especifica cómo invocar a Lucifer o a Lucífago para hacer un pacto, se menciona la jerarquía que hay en el infierno: Lucifer es el emperador; Belcebú, el príncipe y Astaroth, el gran duque. Por debajo de éstos hay seis espíritus superiores: Lucífago, el primer ministro; Satanachia, el gran general; Agliarept, el general; Fleurety, el lugarteniente general; Sargatanas, el brigadier y Nebiros, el mariscal de campo. Estos espíritus tenían a su vez bajo sus órdenes a otros dieciocho demonios, estando Bael, Agares y Marbas al servicio de Lucífago.

En el Liber Officium Spirituum es llamado Agaros y aparece como un anciano montado sobre un cocatriz (posiblemente se usara este término erróneamente para referirse al cocodrilo) y es el segundo, tras Bael, a las órdenes del rey demonio Oriens, que rige sobre el este. Luego, en el Livre des esperitz, es conocido como Agarat, y a diferencia de los anteriores textos, tiene bajo su mando treinta y seis legiones de demonios.

FoxyAnt

Afanc

El Afanc (Pronunciacón galesa: [ˈavank], también conocido como Addanc; [ˈaðank]) es un monstruo de la mitología galesa que habitaba en los lagos. Es descrito como un castor con rasgos de cocodrilo y se dice que habitaba en los lagos Llyn Llion, Llyn Barfog, junto al Puente Brynberian, o en Llyn vr Afanc, un lago cercano a Betws-y-Coed que fue llamado así por esta criatura. Como la mayoría de los monstruos de lago, atacaba a cualquiera que caía o nadaba en el lago.

Una de las primeras descripciones que se tienen del Afanc fue dada por el poeta del siglo XV Lewys Glyn Cothi, señalando el lago Llyn Syfaddon como su hogar, ahora conocido como Lago Llangorse, en Powys.

Un cuento relata que se convirtió en una inofensiva criatura ante una doncella que lo dejó dormir en su regazo; mientras dormía, los vecinos de la aldea encadenaron a la criatura. Cuando el Afanc se despertó entró en cólera y al revolverse enfurecido aplastó a la doncella, en cuyo regazo todavía yacía. Finalmente fue arrastrado al lago Cwm Ffynnon, un lago de cuyos bancos rocosos no podía escapar. En otra historia fue asesinado por el Rey ArturoPerceval.

Adlet

Los Adlet (o Erqigdlet) son una raza de criaturas de la mitología inuit de Groenlandia. Aunque la palabra se refiere a las tribus americanas nativas del interior, también se puede referir a una tribu cuyos miembros tienen patas similares a la de perros o lobos y cuerpos humanos. Todos los adlet pueden correr rápidamente, y por lo general sus encuentros con  los hombres terminan en batalla, en las que siempre sale el hombre como vencedor.

En la tradición Inuit a menudo se los representan en conflicto con los humanos, siendo éstos más altos que los inuit y que cualquier hombre blanco. En algunas historias los describen como caníbales. Los Inuit del Labrador utilizan el término Adlet, las tribus del oeste de la Bahía de Hudson usan la palabra Erqigdlit. 

Franz Boas, un etnólogo que registró muchas historias de los Inuit, da cuenta del origen de la Adlet, había escuchado la historia en la Tierra de Baffin, concretamente en Cumberland Sound, de un Inuit llamado Pakaq. Su transcripción, una traducción de H. Rink, y una explicación (por Boas) fueron publicadas en The Journal of American Folklore en 1889. Los inuit de Groenlandia, según Rink, cuentan la misma historia que los de la Tierra de Baffin. La historia recibe a menudo el nombre de "La chica y los perros", en la costa occidental de Groenlandia, en la costa este de Groenlandia, es conocido como "El origen de Qavdlunait y Irqigdlit" (es decir, de los europeos y los indios).

Según la leyenda, una mujer llamada Niviarsiang ("la chica"), vivía con su padre, Savirqong, y decidió no casarse nunca, por lo que recibió el nombre Uinigumissuitung ("la que no tendría un marido"). Después de rechazar a todos sus pretendientes, se casó con un perro, Ijirqang, con manchas blancas y rojas. De sus diez hijos, cinco fueron perros y los otros, Adlets, con la mitad inferior de su cuerpo de perro y la superior de hombre. Cuando Ijirqang no iba de caza y los niños estaban muy hambrientos, le correspondía a Savirqong mantener su ruidoso hogar. Harto de la situación, los puso en un bote y se los llevó a una pequeña isla, diciéndole a Ijirqang que fuera para proveerles de carne todos los días. Niviarsiang colgó un par de botas alrededor del cuello de Ijirqang para transportar la carne y él nadó hacia la orilla, pero Savirqong, en lugar de darle carne, le puso piedras en las botas y se ahogó. En venganza, Niviarsiang envió a  los pequeños perros para roer los pies y manos de su padre. Como venganza tiró de una patada a su hija cuando estaba en su bote. Cuando intentó agarrarse a la borda le cortó los dedos, que, cuando cayeron al océano, se convirtieron en las ballenas y las focas.

Inhabit Media

Adaro

Los Adaro son una especie de criatura mitológica similar a las sirenas. Son mitad hombre, mitad pez y tienen un espíritu malvado, travieso y muchas veces cruel. Están presentes principalmente en las leyendas y cuentos de la cosmogonía de las Islas Salomón.

Estas criaturas son únicas del Océano Pacífico y han pasado a la historia como seres muy peligrosos. Según las leyendas nacen de las partes más malignas y perversas de las personas, sus descripciones concuerdan en que son pequeños hombres con forma de pez, tienen aletas en vez de pies, un cuerno con forma de aleta dorsal de tiburón y una lanza de pez espada o pez sierra que les crece desde la cabeza.

Los Adaro viven en el sol y viajan a la Tierra a través de los arcoiris y de las singulares lluvias soleadas. Se trata de criaturas malignas y mortales, que en el pasado y los tiempos de las leyendas, mataban a los hombres lanzando espinas de peces venenosos.

Cuando un hombre muere, se separa en dos partes. Aunga es la parte bondadosa que avanza a la vida en el más allá. Adaro es la parte maligna que vuelve al mundo para atormentar a otros humanos. Esta dualidad es bastante interesante porque puede encontrarse en diferentes formas en mitologías de todo el mundo, esta eterna lucha entre el bien y el mal que no solo se libra en el plano de los dioses, también en el del propio ser humano.

JoeHoldsworth

Acéfalos

La idea de la existencia de razas sin cabeza y con la cara en el vientre o en el pecho está difundida en zonas muy extensas por todo el mundo. A menudo se trata de seres personales, espíritus o divinidades. Con frecuencia esta malformación se atribuye a especies enteras, situadas en lugares lejanos. Por ejemplo: Los esquimales del estrecho de Bering creen que en la Luna viven extraños seres, que alguna vez han sido encontrados también en la Tierra, sin la cabeza sobre el cuello y cuyo cuerpo de aspecto humano tiene una gran boca armada de dientes afilados en el tórax. Los propios esquimales hablan también de una raza que había vivido en tiempos antiguos y que tenía dos caras, una anterior y otra posterior, y una cola. También en la América meridional se habla de presuntos seres acéfalos, denominados Ewaipanoma, así como en los relatos de los indios de la costa del Pacífico Norte se habla de seres sin cabeza, con los ojos en el pecho.

Sin embargo el nombre Blemmi, se refiere específicamente a una población que Plinio sitúa en el desierto de Libia. El nombre no es hijo de la fantasía, sino que era la denominación de una población real (obviamente con la cabeza en su lugar natural) que habitaba entre el Valle del Nilo y el Mar Rojo. Según Henry Lhote, la fábula del pueblo acéfalo pudiera haber nacido de la descripción, teñida de fantasía, de gente cubierta por un velo que disimulaba las formas hasta el punto de hacer pensar que no tenían cabeza.

En el Medievo se multiplicaron las descripciones de estos pueblos, que a veces toman el nombre de epifagos, y se les describe con la piel dorada, la cara en el pecho y dos ojos en los hombros. Los acéfalos, además, se dividen en Sternophtalmoi y en Omophtalmoi, según tengan los ojos en el pecho o en los hombros, respectivamente. 

De este tipo de monstruos se han dado con el tiempo varias interpretaciones alegóricas o simbólicas. Los Gesta Romanorum ven en ellos la imagen de humildes que quieren obedecer a los mandamientos interiores de su corazón; un texto del siglo XII, en cambio, compara estos seres con los abogados, que no tienen la cabeza de un hombre consciente de los propios límites, pero son codiciosos, por lo que tienen la boca en medio del vientre. Esta interpretación, en cierta medida, la suscribe también Freud, que tuvo ocasión de estudiar la figura del acéfalo en una imagen obsesiva que se presentaba en un paciente. Éste veía a su padre como un cuerpo desnudo, sin cabeza ni genitales, pero con brazos y piernas, y los rasgos de la cara estaban pintados en el vientre. Para Freud la falta de la cabeza equivale a la castración, castración que se puede vincular al símbolo de la vagina dentada, y por consiguiente como reflejo también con el tema de la nutrición.

Ilustración de un acéfalo en Las crónicas de Núremberg

Abura-akago

El abura-akago (japonés: 油赤子; niño del aceite) es un yokai ligado a la antigua ciudad de Ōtsu Hachimachi, actual ciudad de Ōtsu de la prefectura de Shiga. Cuenta la leyenda que antaño había en la ciudad un vendedor de aceite para lamparillas, pero, en lugar de conseguirlo honradamente, lo robaba todas las noches del templillo que había a las afueras dedicado al Jizō. Cuando el vendedor murió, como castigo por sus fechorías, su alma se convirtió en un fuego errante y, desde entonces, se cuela en las casas por la noche para beberse el aceite de las lámparas a legüetazos adoptando el aspecto de un bebé.

Ilustración de Shigeru Mizuki

Hitodama

Los hitodama (japonés:人魂, alma humana) son esferas de fuego que flotan en medio de la noche. Según el folclore japonés, son las almas de los recién fallecidos que se han separado de sus cuerpos. Suelen ser vistas en cementerios, funerarias o en las casas donde haya fallecido alguien recientemente. La palabra hitodama es una combinación de las palabras japonesas hito, que significa «humano», y tama (abreviación para tamashii, alma).

Toriyama Sekien ilustró estas almas en su Cien demonios del presente y el pasado ilustrados, donde dejaba la siguiente descripción:
«Los huesos y la carne regresan a la tierra. Para que el alma de esta persona no quede libre es necesario amarrarla cuanto antes con el conjuro budista de invocación de la muerte».
Al parecer, es costumbre rezar una oración para que el alma de los muertos no vague sin rumbo. Estas almas o fantasmas aparecen como esferas de fuego, flotando a poca distancia del suelo, similares a los fuegos fatuos, por lo general, presentan un color azul pálido, verde, naranja o rojo, y suelen estar acabadas con una fina cola o estela. Por sus semejanzas pueden ser confundidos con los onibi o los kitsunebi, pero a diferencia de estos, los hitodama son inofensivos.

Ilustración de Toriyama Sekien Matthew Meyer

Abura-sumashi

El Abura-sumashi (japonés: 油すまし; prensador de aceite) es un raro yokai nativo de Amakusa. Este ser se aparece por un camino de montaña llamado Kusazumigoe, tiene el aspecto de un pequeño humanoide vestido con un abrigo de paja, lleva un bastón y su gran cabeza se asemeja a una piedra o una patata. Una leyenda cuenta que, cuando una anciana se paseaba por ese camino con su nieto, le dijo: «Antiguamente, por estos senderos, se aparecía un yokai llamado Abura-sumashi». Al instante, una voz salió de entre unos matorrales y le respondió: «Y todavía sigo aquí». Entonces se apareció ante ellos.

Su nombre, que significa «prensador de aceite», puede que haga referencia a su origen, pues podría tratarse del fantasma de ladrones de aceite del té. Este producto era muy laborioso y caro de realizar, por lo que aquellos que lo robasen fueron condenados a convertirse en Abura-sumashi tras su muerte.

Ilustración de Shigeru Mizuki

Abumi-kuchi

El abumi-kuchi, o abumiguchi (japonés: 鐙口; boca del estribo), es un yokai perteneciente a la clase de los tsukumogami, es decir, un objeto que ha cobrado vida según el folklore japonés.

Este ser era originariamente un estribo que perteneció a un guerrero que murió en combate. Al ser abandonado en el campo de batalla, sin ningún propósito, cobró vida y allí sigue esperando a un dueño que nunca volverá a por él. Forma parte de los yokai que ilustró Toriyama Sekien en Gazu hyakki tsurezure bukuro (japonés: 百器徒然袋; La bolsa de los cien utensilios aparecidos al azar), donde acompañó el dibujo de esta criatura con un poema:
Al ser traspasada su rotula por una flecha, y al caer al sueño el estribo, cualquiera que intente tratar de ponerse en pie con esa condición sufrirá un gran dolor, por lo que mientras el estribo corra hacia arriba probablemente nos recite su sufrimiento. Esto pensé en un sueño.
Ilustración de Shigeru Mizuki

Tsukumogami

En Japón, no solo las personas, animales y plantas albergaban en su interior un espíritu, sino que hasta los objetos podían ganar uno y transformarse en un yokai al alcanzar cierta edad, generalmente los cien años. Estos son los tsukumogami (japonés: 付喪神; espíritu de noventa y nueve años), y existen tantos como objetos y utensilios podamos imaginar.

Muchos de estos yokai hicieron su primera aparición en un emaki sobre el Hyakki Yagyō (japonés: 百鬼夜行; Desfile nocturno de los cien demonios) atribuido a Tosa Mitsunobu. En dicha obra no aparecía ningún texto descriptivo sobre las criaturas, por lo que muchas de ellas no tuvieron nombre durante años hasta que no se lo dieron otros autores como Toriyama Sekien, que las incluyó junto a otras de cosecha propia en su Gazu Hyakki Tsurezure Bukuro (japonés: 百器徒然袋; Bolsa de los cien utensilios aparecidos al azar).

Matthew Meyer dice en su Desfile nocturnos de los cien demonios que los tsukumogami nacen cuando un objeto es abandonado a los noventa y nueve años, un año antes de poder convertirse en kami, por lo que, llegado el momento, el rencor les lleva a transformarse en yokai, espíritus inferiores y retorcidos. Esta sería la razón por la que se vuelven contra los humanos y se dedican a atormentarlos y a gastarles bromas. Para evitar esto, Shigeru Mizuki nos cuenta en su Enciclopedia yokai que se realizaba una ceremonia conocida como susu harai (japonés: 煤払い; eliminación de la suciedad); con este rito no sólo se limpiaba el polvo acumulado sobre los objetos, sino también cualquier impureza que albergara en su interior.

Detalle del emaki del Hyakki Yagyō de Tosa Mitsuoki en el que aparecen diversos tsukumogami

Yokai

Los yōkai (妖怪, fantasma, espíritu, aparición) son una clase de criaturas sobrenaturales de la cultura japonesa. La palabra yōkai se conforma de los kanji para «hechicería, atrayente y calamidad» y de «aparición, misterio y receloso». También son conocidos como ayakashi (妖), mononoke (物の怪), o mamono (魔物). Estos espíritus pueden ser buenos, trayendo buena suerte a quien los vea, traviesos y molestos, neutrales o malévolos. Algunos de estos seres poseen características de animal, como los Kappa, con características de tortuga y anfibio, o los Tengu, con rasgos de ave; otros tienen apariencia humana o casi humana, aspecto de objetos inanimados o directamente no tienen forma. Por lo general tienen poderes sobrenaturales, y los que tienen la capacidad de cambiar de forman son llamados obake.

Algunos yōkai simplemente evitan a los seres humanos; generalmente habitan en lugares aislados o abandonados. Otros yōkai, sin embargo, se adentran en el mundo de los hombres y conviven en armonía,  llegando incluso a tener descendencia con ellos, como Abe no Seimei, hijo de un humano y un kitsune. La mayor parte de estos cuentos comienzan como historias de amor, pero a menudo acaban con un triste desenlace, debido a los muchos obstáculos que tienen que afrontar los yōkai y los mortales en sus relaciones.

Folcloristas e historiadores japoneses utilizan el término yōkai para referirse a «fenómenos sobrenaturales o inexplicable». En el período Edo, muchos artistas, como Toriyama Sekien, crearon yōkai propios o inspirados en el folclore, y muchos de estos yōkai inventados (como Kameosa y Amikiri) son considerados de origen mitológico en el presente.

Hay una amplia variedad de yōkai en el folclore japonés. Es un término tan amplio que se puede utilizar para abarcar prácticamente todos los monstruos y seres sobrenaturales, incluyendo incluso criaturas del folclore europeo en alguna ocasión.

Aquí tenéis un enlace con todos los yōkai publicados en el blog y una lista con algunos de los yōkai más famosos:

AnimalesHumanosOni
BakenekoKitsuneNoppera-bōBaku
InugamiMujinaYuki-onnaTengu
 JorōgumoTanukiFutakuchi-onnaTsukomogami

Gavi-gavi

Abigor

Eligos, también conocido como Eligor o Abigor, es el decimoquinto demonio citado en el Ars Goetia. Es un gran duque del infierno que aparece bajo la forma de un apuesto caballero, llevando una lanza, un estandarte y una serpiente. Descubre las cosas ocultas, conoce el porvenir y todas los asuntos que conciernen a la guerra y la forma en que los soldados se enfrentarán. Proporciona el afecto de señores y de personas de gran importancia, gobierna sesenta legiones de demonios y debe usarse su sello durante su invocación. En el Diccionario Infernal porta una lanza y una bandera o cetro, y enseña a los líderes cómo ser amados por sus soldados.

En el Grand Grimoire, un antiguo libro en el que se especifica cómo invocar a Lucifer o a Lucífago para hacer un pacto, se menciona la jerarquía que hay en el infierno: Lucifer es el emperador; Belcebú, el príncipe y Astaroth, el gran duque. Por debajo de éstos hay seis espíritus superiores: Lucífago, el primer ministro; Satanachia, el gran general; Agliarept, el general; Fleurety, el lugarteniente general; Sargatanas, el brigadier y Nebiros, el mariscal de campo. Estos espíritus tenían a su vez bajo sus órdenes a otros dieciocho demonios, estando Bathin, Hursan y Eligor al servicio de Fleurety.

Ilustración de Louis le Breton para el Diccionario Infernal de Collin de Plancy

Abarimon

Los abarimon son una raza de humanoides incivilizados que habitaban en el Monte Himalaya. Los abarimon eran nativos de un país con el mismo nombre, y se caracterizaban por tener los pies hacia atrás. A pesar de esta desventaja, los abarimon eran capaces de moverse más rápido que cualquier otro corredor. También tenían una gran afinidad con la vida silvestre.

Los abarimon vivían junto a los animales de la región y por su salvajismo no se podían capturar. Existen leyendas que explican que los pies invertidos de esta raza se debían a unas sandalias que usaban, por esta razón podían correr a grandes velocidades. El país de los abarimon se encontraba en el gran valle del Monte Imaus, un lugar donde el aire estaba encantado y por ello si una persona lo respiraba por mucho tiempo le sería imposible respirar otro tipo de aire. 

Esta raza ficticia no podía abandonar el valle con vida, este efecto también protegía la ubicación exacta del valle. Plinio el Viejo describió a esta gente por primera vez en su libro Historia Natural, de acuerdo con sus textos, eran muy parecidos a los humanos físicamente, pero tenían los pies para atrás. 

Las tácticas de los abarimon servían para confundir a sus perseguidores debido a que sus huellas eran inversas y la máscara que usan atrás de sus cabezas daba la impresión que los abarimon se estaban acercando. Los pies de esta antigua raza eran inusualmente grandes y tenían ocho dedos cada uno.

Ilustración de un abarimon en Las crónicas de Nuremberg